viernes, 12 de mayo de 2017

JOSÉ LOPEZ (PEPE) RECORDADO PROMOTOR OROTAVENSE



Fotografía que remitió entonces el amigo de mi calle el Calvario de la Villa de La Orotava; EDUARDO SÁNCHEZ GARCÍA “DARDI”.
Tomada en un viaje que se hizo al Parlamento Europeo cuando su hermano Isidoro Sánchez García era Eurodiputado, por julio de 1993.
De izquierda a derecha: José Ignacio Cabrera, Paca Jordán, Lola, Dardi, Antonio Santos, Malu Hernández, José López y su señora Teresa González.

El amigo de la infancia en la calle El Calvario de la Villa de La Orotava; FRANCISCO SÁNCHEZ GARCÍA, remitió entonces estas notas referentes a este hombre de la Villa de La Orotava, que arriesgó toda su vida en la construcción y promoción;  JOSÉ LÓPEZ (PEPE).
A PEPE LÓPEZ le conocí desde mi infancia, casó con la dama orotavense Teresa González de Chávez Guardia hija de don Luis González de Chávez chofer muchísimos años de la casa de los “CASAÑAS”: “…El derribo en su día del Teatro Atlante de La Orotava tuvo como principal protagonista de los lamentables hechos ocurridos con tal motivo, a su propietario Don José López Méndez, recientemente fallecido.
Se le juzgó públicamente de manera tan cruel, despiadada y absolutamente desconsiderada por cierto sector social y político local, que considero que, tan sólo por razones obvias de humanidad, se merece hacer públicos, si la comprensión de la Dirección de este periódico me lo permite, los rasgos especiales y sobresalientes de su personalidad, que anulan las descalificaciones de especulador y delincuente agresor del patrimonio que le atribuyeron, y explican la impresionante manifestación de duelo que se produjo en su sepelio en la Villa de la Orotava el día 29 de enero último, como un detalle de agradecimiento de su gente a su generosidad y laboriosidad, y de desagravio a tanta incomprensión.
Don José López, junto con otros compañeros de actividad que partieron de menos cero, han sido durante más de treinta años, verdaderos “atlantes” soportes de una carga pesada y difícil: la economía de muchas familias afincadas en esta parte norte de la isla.
No tuvo la oportunidad ni la posibilidad económica de ir a colegio de pago, ni a la universidad para asegurar un futuro, como las tuvimos muchos de sus amigos y vecinos. Pero consciente de este hándicap social, supo de muy joven que lo podía capear trabajando duro y practicando los valores personales de cautela, previsión, tenacidad, perseverancia, honradez, seriedad, disciplina y generosidad  que le habían enseñado sus padres y le habían confirmado en la escuela pública los sencillos pero extraordinarios maestros que la regían.
Y empezó a trabajar junto con sus hermanos en una pequeña finca familiar que no les daba ni para los gastos. Siguió en una empresa que se dedicaba a la perforación de galerías, en la que por su empeño alcanzó la categoría de encargado. En este nivel ya pensó en la creación de su propia empresa, con una pala y un camión, para los desmontes, minas y transportes,  reformas y pequeñas construcciones. Y como su esfuerzo y buen hacer seguía creciendo, se encontró y asoció al comienzo de los años 80 del siglo pasado con su amigo Ramón Cabrera, con el que no paró de dar trabajo a cientos de familias, construyendo, primero, para la administración y terceros; y luego, para su propia empresa, por mayor seguridad.
Se separaron amistosamente, y cada uno por su lado, no han parado de seguir dando trabajo, aplicando los valores y principios antes mencionados, que hicieron comunes y practicaron también otros compañeros que se tuvieron que dedicar a la actividad de la construcción, como antes habían trabajado en las plataneras o en lo que hubiera, para sobrevivir, al tocarles la negra de no pertenecer a familias ricas o acomodadas.
Y no resulta justo que a esas personas, por haberles ido bien en la actividad de la construcción por su honestidad, tenacidad y dedicación, se les califique despreciativamente de especuladores o agresores del medio, cuando lo único que han hecho es  haber trabajado en un sector en el que se premia no la cuna, sino la laboriosidad y el buen hacer, con los que han podido sobresalir. Pues sólo con la dura formación de su trabajo y con su seriedad, se han hecho a sí mismos,  creando empresas, contratando trabajadores, adquiriendo suelo no barato y moderna maquinaria para mantenerse, construyendo viviendas dignas para nuestros hijos y vecinos, incluso atreviéndose a competir con multinacionales....  
Pepe era uno de esos empresarios hechos a sí mismo que fue cauto y no se equivocó cuando adquirió el Teatro Atlante, porque, como hacía siempre con sus otras promociones, se había asegurado anticipada y debidamente de que dicho inmueble podía ser objeto lícito de su honrada actividad empresarial, donde emplear a 50 ó 60 de sus trabajadores durante dos o más años.
Previamente se había informado en los órganos competentes y con los profesionales adecuados que el Teatro Atlante no estaba incluido en ningún Catálogo de Patrimonio histórico, porque su valor histórico artístico era limitado, dado que sus únicos elementos arquitectónicos ubicados en la fachada a considerar, habían sido modificados chapuceramente muchos años atrás  anulándoles su  posible valor, por lo que el resto “puro empaquetado” chocaba con el entorno, y no era merecedor de su catalogación.
Sus anteriores propietarios vendedores le habían comentado que lo habían tenido que abandonar por su falta de rentabilidad puesto que el edificio ya no cumplía con su destino y como sus gastos constantes de conservación superaban los de demolición y reconstrucción,  su depreciación era notable e inexorable, por lo que lo lógico era su derribo para su reconstrucción.
Le pareció entonces acertada la idea recomendada técnicamente, por no impedirlo el Plan general vigente, de sustituir el obsoleto edificio por uno nuevo de arquitectura tradicional que sirviera de protección periférica del Centro Histórico, y cuya construcción además sería rentable:
-  por sus más de 300 plazas de garaje con entrada por la calle Juan Padrón y salida por la calle Verde, que compensaría la eliminación del tráfico de vehículos que exige el Casco, y facilitaría su aparcamiento para el acceso a la zona de la calle Calvario, Plaza Franchy y Colegio Salesiano.
- Por sus locales comerciales donde uno de ellos se podría acondicionar para sala de Cine o Teatro con capacidad racional que acogiera las emociones y sentimientos del anterior Teatro.
-  Y por su espacio para viviendas cuyos moradores reavivarían de seguro el entorno del Centro Histórico, que se está despoblando.
Era claro el interés general y social del nuevo edificio, sobre todo cuando la adquisición anterior del Cine Orotava por un precio importante para transformarlo en el Auditorio Teobaldo Power, daba por completada la infraestructura cultural pública de la zona, sobre todo si en el nuevo edificio que sustituiría al Atlante, se le daba cabida junto a un importante número de aparcamientos, una sala de cine o teatro privada.
Esas fueron las circunstancias debidamente sopesadas por Don José López para adquirir el edificio del teatro Atlante, encargar el proyecto para la nueva obra con aparcamientos, locales comerciales en uno de los que podía ubicar una sala de cine o teatro, y unas viviendas que sobre hacerlo rentable dieran vida al entorno del casco. Y solicitó y obtuvo las preceptivas licencias municipales.
Sin embargo, cuando empezó a trabajar, los intereses privados de unos vecinos cuya paz y tranquilidad iban a ser afectadas durante un corto espacio de tiempo por la nueva obra, se agarran a la bandera del proteccionismo radical, y aprovechándose de la crispación política en la que Pepe fue la cabeza de turco, logran imponerse por la fuerza a la legalidad vigente.
La ley de la fuerza le hizo un daño personal tremendo a José López. Principalmente porque quienes la usaron la daban por bien empleada creyendo maliciosamente que su persona era objeto de especial atención por las autoridades. 
Pero Pepe nunca pidió ni exigió nada que no le perteneciese o por la que no tuviera razón. Que se lo pregunten a los alcaldes, concejales y funcionarios de La Matanza, La Victoria, La Orotava, Puerto de la Cruz, Los Realejos, San Juan de la Rambla, La Guancha, Icod de los Vinos, Garachico ...... terminaron admirando su perseverancia, su tenacidad, el estar día tras día sobre los papeles, con los técnicos, con los jurídicos, con los políticos, atendiendo sobre lo marcha lo que le requiriesen, ayudando en lo que pudiera e hiciera falta, afrontando de cara el condicionante más absurdo, ..... José López sabía que ese era su calvario, y que tenía que aceptarlo para que no le faltase trabajo ni a su familia ni a sus trabajadores.
Y si su vida la destinó a ser solidario buscando y consiguiendo trabajo para otros, entiendo que su verdadero mérito fue la de crear una familia y unas empresas para que, después de su muerte, siguieran buscando y creando trabajo para dar alimento y bienestar a su gente de las zonas altas del Valle de la Orotava.
Con la satisfacción del deber cumplido, estará disfrutando en el cielo de su merecido descanso,  con la familia y amigos que le precedieron, sin dejar de gestionar por ello la ayuda celestial para los que estamos aquí abajo intentando cumplir, de buena fe, nuestros destinos…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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