martes, 20 de junio de 2017

PABLO ORTIZ SÁLAMO. MEDALLA DE PLATA AL MÉRITO EN EL TRABAJO



Siendo un niño de diez años, aparece antes mi absorción un hombre con capacho. Un paladín conocido por maestro Pablo, su nombradía incorrupta Don Pablo Ortiz Sálamo. En mi cauce familiar ya se tenía adhesión con su linaje de la Villa de Arriba en época añeja.  Le conocí a través de mi cuñado Gilberto Naranjo Sosa cuando empezaron sus idilio con mi hermana Mª. Carmen Álvarez Abreu. Arriba en el Observatorio Meteorológico de Izaña. Precisamente siendo todavía joven, en las frecuentes visitas que realicé, me recuerda la nombradía de personalidades, además del citado Pablo y su señora Piedad, el director Don Pedro Rodríguez García Prieto, ulteriormente profesor de álgebra en las antiguas Escuelas de Comercio de Tenerife; el técnico vizcaíno, Molina; El Físico, Francisco Sánchez; la cocinera, Maruca, -que carácter de mujer de aturdimiento canario era Maruca-; la dúctil, Isabel, -de ascendencia artesana-; el mecánico carialegre, Manolo Santos y su esposa Lola; el carpintero, Don Alejandro; los jornaleros, Juan y Ravelo; el intermediario Santiago Ruiz constantemente con la camioneta del ejército del aire, -un gran caballero de compasiva jovialidad-, amén de suministrar todo lo indispensable para la vitalidad de la cima. Al iniciarse la edificación de la TVE, aparece un tal Raúl, asimismo vascuence gestor de la obra integrante de lo que iba a ser en el venidero la pequeña cinematografía casera para los canarios.
Hubiese preferido leerle este mensaje a Pablo -atenazado por el dolor de perder a su querido hijo (Tato), amigacho mío de la pubertad, arrebatado por un trágico accidente,- en su bienquista solemnidad de Nuestra Señora de la Piedad, fiesta tradicional en La Villa de la Orotava. Evidentemente ese bello rincón de la Villa de Arriba, que fue su domicilio tertuliano con su familia y amigos. Pero por adversidad esa festividad no se festeja, mismamente prefiero que maestro Pablo haga el reconocimiento de esa Circunscripción. Nació en los extramuros de ese encanto paraje un ocho de febrero de 1.919, su padre Julián estaba en Cuba y su madre Rosalía regentaba una panadería en el Camino Polo (calle Peralito). Su progenitor cuando regresaba de la isla caribeña, fallece en el navío, sin embargo Rosalía acontece una vida de viuda y madre, hasta adquirir nueva nupcias con Quintín Bautista. Pablo de pequeño codea la pungente ocupación de la panadería, ayudando a su madre, y el aplicar las letras de la cartilla con un maestro, conocido por Lorenzo, que en su casa enseñaba a leer a los chaveas. Quehacer que alternaba con el del agrónomo en la explotación de Don Tomás Ascanio. Al cumplir trece años empieza a deambular en la empresa constructora de Don Diego Álvarez como peón de albañil. Por esa época se empezó a construir el Colegio de La Milagrosa en la zona de Los Cuartos, la entonces Superiora Sor Soledad Cobián natural de Pontevedra (Galicia), tras su patrimonial incumbencia compró los terrenos para su edificación, el presupuesto de la obra ascendía a cuatro millones de pesetas, que se empezó por cómputo de la susodicha Superiora a través de la contrata de Don Diego Álvarez. El encargado de la obra era Don José Gómez, trabajando en la erección del colegio como peón maestro Pablo. En el 1.932 cuando las hermanas de la Caridad cambian de su domicilio instintivo de la calle Verde (Nicandro González Borges) esquina con la del Agua (Tomás Zerolo) al nuevo edificio aun si terminar, Pablo se queda trabajando con ellas que le pagaban diariamente 2,75 pesetas. Pero con el duende de la Guerra Civil Española, es llamado a fila en el año 1.938, incorporándose al regimiento de Cádiz, participando al frente en la 102 división, en Granada, Córdoba y Extremadura. En el trayecto de Antequera a Algeciras en tren, se le ocurre portear a una joven bella en el vagón fragua de las mulas, ante la sospecha de las piernas de la citada moza, por un señor conocido por "Herrador", que pide que se identifiquen. Este farallón  lleva a maestro Pablo a un arresto durante un mes en el pelotón de castigo, aliado a un pelado rente, más una sanción de ir caminado de Algeciras a Tarifa con un pico, una pala y una escoba. Terminada la civil española, es destinado como soldado a los Barrios (Cádiz), posterior colocación en Tarifa de asistente del teniente Don Manuel García de Coles. De nuevo a los Barrios motivado por tenerse que ir a la Academia Militar el teniente Manuel. En los Barrios pasó hambre como todo el español de la posguerra, enterándose que en Tarifa estaba su amigo el portuense Marcos Baeza, precisamente en intendencia militar, llamándole por teléfono para que lo mandara a buscas, y así lo hizo. De Tarifa marcha al grupo "A" y después al "Imperio" de oficiales, aquí el ágape era excesivo, maestro Pablo con su eminencia de hombre bueno repartía la excesiva abacería entre los soldados necesitados. Su último destino en la península lo realizó de auxiliar con un Alférez y posterior con un Teniente Coronel, -no recuerda sus nombres-, finalizando su proeza en el castillo de Guzmán el Bueno. Tres años posteriores del acabamiento de la guerra civil regresa a Canarias, solo disfruta de un mes, porque de inmediato lo movilizan otra vez, pasando a acceder los servicios militares en el pueblo mariano de Candelaria, corría el año 1.942, en la villa mariana estuvo dos años, le acompañaban solamente cinco soldados, visitando con frecuencia el inusitado barrio guanche de Güimar "El Socorro". Su pueblo orotavense lo visitaba con permiso, pero tuvo la suerte de conocer al entonces Teniente Don Manuel Cabrera Díaz, que le destinó a su pueblo, permaneciendo cercado de su casa hasta recibir su licencia definitiva en el año 1.945.
De vuelta a "La Milagrosa", su Superiora Sor Soledad Cobián había fallecido, su sustituta Sor Leonor Monteverde, le comunica tristemente que no podía abonarle sus servicios. Pero el altruismo de otra hermana conocida por Sor Luisa verificadora del comedor, una monja de abstracción humanitaria, se permite el beneplácito de hablar con el contratista villero Don Diego Álvarez simplemente para, que lo volviese a integrar en su industria. Y así lo hizo, cuando transcurría su labor en el citado designio, le contrata otro afamado constructor villero Don Manuel Martín Méndez, hasta el año 1.950 en el que se integra a los labores como jornalero del Observatorio Meteorológico de Izaña.
En Izaña trabajaban tres hermanos villeros; José, Santiago y Manuel Ruiz. José fallece en un recorrido con nevada por el Portillo, su hermano Manuel cuñado de Pablo ocupa el oficio de conserje que se quedaba deshabitado por el óbito reseñado. Le ofrece a Pablo, afanar como peón en el Observatorio, corría el año de 1.950. El jefe del Observatorio Meteorológico era Don Inocencio Fort, que vivía con su familia en la caseta del Káiser.  En Izaña compartía labores con; Don Alejandro Hernández Bethencourt (carpintero), Don Maximino Álvarez (mensajero), Maruca (cocinera), Isabel (esméctica), Manolo Santos (Maquinal), Manuel (guarda), e Iván (bracero). Así como los arrieros que, hacían sus servicios los jueves y los sábados, -que épica tenían estos alfaqueques, que utilizaban las mulas como nuncios de la condescendencia en la cumbre prodigiosa de antaño-, Pablo pide una realzada remembranza para Seño Pedro Gallardo y Seño Dionisio.
En el año 1.950, contrae matrimonio, con una dama maravillosa Piedad González León, del desposorio nacieron nueve hijos; Lala, Tato (q.e.p.d.), Carmita, Lucía, Marina, Pablo, Ana, José Julián, e Ibrahim. En Izaña  trabajaba de asalariado polivalente; albañil, pintor, carpintero, electricista, mecánico, leñador, incluso arreglaba los caminos en contratos previos con obras publicas. El observatorio pertenecía al suprimido ministerio del Aire, los jefes eran comandantes o capitanes. Recuerda al Comandante Briones y al Capitán Elbella. Los observadores prácticamente eran sargentos. Pablo y su esposa bajaban a la Orotava de dos a dos semanas, de sábados a  lunes andando, de idéntico realizaban las subidas por la trilla de la añoranza y la relegación. La economía era de intranquilidad para criar a una numerosa familia, tras todo este sacrificio en la cima,  los emolumentos eran carente, quería irse para Venezuela, allí tenía un hermano que le consiguió un visado de seis meses. Se entera Don Pedro Rodríguez García Prieto, Jefe por entonces del Observatorio de Izaña, comentándoselo al Teniente Coronel, y este le dijo que se quedara que en lo subsiguiente le nombraban encargado, subiéndole el sueldo alborozadamente de ocho pesetas a diez por días.
En el año 1.964, año importante para las comunicaciones de Canaria, se construye por el ministerio de Información y Turismo, concretamente en el apéndice de Izaña, un edificio para acampar los remisores de TVE. Los dirigentes de la emisora presurosa se enteran de la competencia de maestro Pablo, contratándole como centinela de dicha estación. Lo acepta con halago sin empalidecer la pértiga del Observatorio, y abjurar la tarea aforisma de la ocupación en el triángulo de Izaña; es decir, entre el Observatorio, TV, y el actual Astrofísico. Así brillantemente se dedica a alargar su trabajo, su sacrificio, su consentimiento, y su devoción, hasta el año 1984. Un año desilusionado, y aventurado. Cumplía sesenta y cinco años, viéndose apremiado a decirle adiós al emplazamiento esotérico de su vida, donde  dio todo, solo y en compañía de su familia. Sus queridos moradores se acordaron de él, ante la angustiosa despedida, porque Pablo dejaba una evocación recóndita, copartícipe del dinamismo de todos. El cariño, la solidaridad, el compañerismo, la honradez, y la ternura, era entorpecedora de postergar. Le propusieron a Don Pedro Rodríguez García Prieto que solicitara del ministerio correspondiente la medalla de plata al mérito del trabajo. Así lo hizo y se la concedieron en un restaurante de la zona de Los Rodeos, repleto de amigos, compañeros, familiares y su esposa Piedad. Una esposa fiel, una gran señora, una auténtica madre, que hizo de su hogar un sincero paradigma; la cima, la nieve, la soledad y la inmolación. Don Pablo Ortiz Sálamo camina  por estos encantos panoramas; pensativo, añorozo. Mirando esa infinidad de nubes que azota desde la cumbre el Valle de Taoro. Mirando los soberbios copos de nieve de las hermosas nevadas de antaño cubriendo el Llano de Maja. Piensa, pero no olvida el atraer la leña de la aristocrática retama, ni olvida el arreglo de la techumbre por si le llaman la atención lo que le quieren y le adoran. Vigilando desde el remisor de la televisión por si le falta la luz a todos lo que le aman y le aprecian. Atiende la llamada de su querida señora madre de sus hijos "Piedad", que le llama porque la ofrenda esta a su disposición.
Este trabajo que realicé a don Pablo en vida conjuntamente con mi hermana Carmen Álvarez Abréu “Carmilla”, para todos nosotros, la verdad que pasamos un gratificante tiempo conversando con don Pablo, pero  un día del mes de Enero, nos encontramos mi hermana y yo, en el tanatorio de la Parroquia de San Juan Bautista de la Villa Arriba (Farrobo), con JOSÉ MARÍA VILLANUEVA AFONSO maestro nacional jubilado, yerno de don Pablo, velando por el fallecimiento de Antonio “Antonillo”, marido de la desconsolada Lalita hija de don Pablo. José María nos prometió a mí y a mi hermana que nos iba a completar el trabajo que habíamos realizado, pero antes deseo añadirle unos versos del poeta andaluz Antonio Machado a la memoria de Antonio y a la del inolvidable Pablo Ortiz….
Soñé que tú me llevabas / Por una blanca vereda, / En medio del campo verde, / Hacia el azul de las sierras, / Hacia los montes azule, / Una mañana serena. / Sentí tu mano en la mía, / Tu mano de compañera, / Tu voz de niña en mi oído / Como una campana nueva, / Como una campana virgen
De un alba de primavera. / ¡Eran tu voz y tu mano, / En sueños, tan verdaderas ¡…. / Vive, esperanza, ¡quién sabe / Lo que se traga la tierra!: “…Cristal brotaron las fuentes / Para que beban las almas, / Y tus cabellos son palmas / Nacidas de sus corrientes” (Calderón de la Barca).
En la Piedad, barrio solariego de la ancestral Arautapala, siendo yo un niño de diez años aparece ante mí un hombre con chapeo, un paladín conocido por ‘Maestro Pablo’, su nombradía cabal: Don Pablo Ortiz Sálamo.
Le conocí arriba, en el Observatorio de Meteorología de Izaña y hubiese preferido leerle este mensaje –atenazado Pablo por el dolor de perder a su querido hijo Tato, amigacho mío de la pubertad, arrebatado por un trágico accidente–, en su bienquista solemnidad de Nuestra Señora de la Piedad, evidentemente fiesta tradicional en ese bello rincón de la Villa de Arriba de La Orotava que fue su domicilio tertuliano, con su familia y amigos; pero por adversidades que depara la vida mismamente prefiero que a maestro Pablo se le haga el reconocimiento meritorio de su labor en ese término.
Nació en los extramuros de ese encantador paraje un 8 de febrero de 1.919 En su cauce familiar ya se tenía adhesión de su linaje con la Villa de Arriba desde época añeja.  Su padre, Julián, estaba en Cuba cuando el acontecer del natalicio y su madre Rosalía regentaba una panadería en el Camino Polo. Su progenitor cuando regresaba de la isla caribeña, fallece en el navío, sin embargo Rosalía conlleva una vida de viuda y madre, hasta adquirir nueva nupcias con Quintín Bautista. De pequeño, Pablo codea la pungente ocupación de la panadería, ayudando a su madre, y el aplicar las letras de la cartilla con un maestro, conocido por Lorenzo, que en su casa enseñaba a leer a los chaveas. Después de transcurrir su mundo infantil por el camino del Peralito y la famosa Cruz Verde de semblante, en el regocijado barrio orotavense de la Villa de Arriba, un distrito donde se reunían cuadrillas de amables corazones indulgentes que bajaban trotando por la calle Los Tostones, antigua de León, hacia las sorribas bananeras del fecundo vergel del Valle de La Orotava.
Todavía púber nuestro meritorio alternaba aquel quehacer panadero con el de agrónomo en la explotación de don Tomás Ascanio. Y al cumplir trece años empieza a ajetrearse en la empresa constructora de don Diego Álvarez como peón de albañil. Por esa época se empezó a construir el Colegio de La Milagrosa en la zona de Los Cuartos, y la entonces Superiora del convento de monjas de La Orotava Hijas de La Caridad de San Vicente de Paúl,  Sor Soledad Cobián, gallega, natural de Pontevedra, por su patrimonial incumbencia compró los terrenos para su edificación, el presupuesto de la obra ascendía a cuatro millones de pesetas, que empezó, por cálculo de la susodicha Superiora, la contrata de don Diego Álvarez, trabajando ´maestro´ Pablo en la erección del colegio como peón y siendo encargado de la obra don José Gómez. Cuando en 1.932 las monjas de la Caridad cambian su domicilio primero de la calle Verde esquina con la del Agua al nuevo edificio aún sin terminar, Pablo se queda trabajando con ellas como recadero y conserje ya que le pagaban diariamente 2,75 pesetas; pero con el espectro de la Incivil Guerra Española y a los 19 años es raptado a filas en 1.938 por la Bandería así llamada ´Nacional´ –sorpresas nos da la vida– , incorporándose al regimiento de Cádiz y participando con la 102 división en los frentes de Granada, Córdoba y Extremadura.
De la angustiosa incivil guerra ´maestro´ Pablo nos cuenta una jaranera anécdota: en el trayecto de Antequera a Algeciras en tren, se le ocurre recoger a una joven bella e instalarla en el vagón-fragua de las mulas, ante la sospecha de las piernas de la citada moza, un señor conocido por "El herrador", pide que se identifiquen. Este farallón lleva a maestro Pablo a un arresto durante un mes en el pelotón de castigo, asociado a un afeitado a rape de la mocha, a más de una sanción consistente en ir caminado de Algeciras a Tarifa con un pico, una pala y una escoba.
Terminada la bárbara incivil contienda española y continuando la dictadura, es destinado como soldado a los Barrios (Cádiz), con posterior colocación en Tarifa como asistente del teniente Coles. En los Barrios pasó tanta hambre como dice el refrán. “Hambre y frío entregan al hombre a su enemigo”.  El hambre española de la posguerra y enterándose que en Tarifa estaba su amigo el portuense Marcos Baeza, precisamente en Intendencia militar, le llama por teléfono para que lo reclame, y así lo hizo: fue tanta la tripada de aquel momento que cayó indispuesto. De Tarifa marcha al "Imperio de oficiales”, aquí el diario ágape ya era excesivo, y ´maestro´ Pablo con su preeminencia de hombre bueno repartía la excesiva abacería entre los soldados más necesitados. Su último destino en la península lo realizó como marmitón de un alférez y posterior de sobrestante de Teniente Coronel, finalizando su proeza continental en el castillo de Guzmán el Bueno.
Tres años postreros al acabamiento de la incivil guerra regresa por fin a Canarias, sólo disfruta de un mes de holganza, porque de inmediato es movilizado otra vez, pasando a atender los servicios militares en la mariana villa de Candelaria junto con cinco soldados conmelitones que formaban su destacamento, visitando con frecuencia el inusitado barrio guanche de "El Socorro” o más propiamente playa de Chimisay, lugar del feliz hallazgo candelariero así como también la pedanía de La Viuda, de la cercana Arafo. Corría ya el año 1.942, y en esos pagos estuvo dos años, suficientes para dejar grata memoria de su estancia en cuantas personas le conocieron y que agasajaban sus posteriores visitas hasta pasados más cincuenta años de su memoria. Su villa orotavense la visitaba en escasas licencias, hasta que tuvo la suerte de conocer al entonces teniente Manuel Cabrera Díaz, quien lo destinó a su terruño natal, permaneciendo cercano a sus lares hasta recibir la definitiva en el año 1.945. ¡Había gastado siete años de su espléndida juventud!
De vuelta, hijo pródigo, a "La Milagrosa", la Superiora de antaño Sor Soledad Cobián había fallecido y su sustituta hogaño Sor Leonor Monteverde, le comunica tristemente que no podía apoquinar los servicios que prestase, aunque el altruismo de otra hermana monja, Sor Luisa, verificadora del comedor (monja de abstracción humanitaria), que se permite el beneplácito de comentarle al contratista villero don Diego Álvarez simplemente que volviese a integrarlo en su industria. Y así se hizo. Habiendo transcurrido su labor en el citado designio, le contrata otro acreditado constructor villero don Manuel Martín Méndez, hasta el año 1.950 en el que se integra a los labores como jornalero en el Observatorio Meteorológico de Izaña donde ultima 35 años de fructífera vida laboral, reconocida con estimación por esa meritoria argente a medalla.
En Izaña trabajaban tres villeros, hermanos los tres: José, Santiago y Manuel Ruiz. Ocurre que fallece José en un recorrido con nevada por el Portillo y su hermano Manuel, a su vez cuñado de Pablo, ocupa el oficio de conserje que quedaba deshabitado por el óbito reseñado y le ofrece a Pablo afanar como peón en el Observatorio –corría el año de 1.950–. El jefe del Observatorio Meteorológico era don Inocencio Fort, que vivía con su familia en la caseta del Káiser, así llamada por haber sido antiguo observatorio meteorológico prefabricado alemán, donado por el Kaiser Guillermo II a España a principios del siglo XX, y que estuvo  primariamente establecida en la Cañada de la Grieta (Siete Cañadas), –instalación a la que no fueron ajenas las indicaciones dadas por Humboldt doscientos años antes tras su estancia en Tenerife–. La cual caseta fue trasladada posteriormente a Izaña como vivienda de los jefes del Observatorio.
En Izaña compartía Pablo labores con don Alejandro Hernández Bethencourt (carpintero), don Maximino Álvarez (mensajero), Maruca (cocinera), Isabel (esméctica), Manolo Santos (Maquinal), Manuel (guarda), e Iván (bracero). Así como los arrieros que, hacían sus servicios los jueves y los sábados, -que épica tenían estos alfaqueques, que utilizaban las mulas como nuncios de la condescendencia en la cumbre prodigiosa de antaño-, Pablo pide una realzada remembranza para ´señó´ Pedro Gallardo y ´señó´ Dionisio.
En el año 1.950, contrae matrimonio, con una dama maravillosa Piedad González León, del desposorio nacieron nueve hijos; Lala, Tato (q.e.p.d.), Carmita, Lucía, Marina, Pablo, Ana, José Julián y Jesús Ibrahím que crió (¡y con qué cariño!) a caballo entre el valle y la cumbre. En Izaña trabajó Pablo por muchos años de asalariado polivalente; albañil, pintor, carpintero, electricista, mecánico, leñador, dando la luz, proveyendo agua y leña, reparando instalaciones, realizando sin fin de tareas, infatigable siempre con el mejor ánimo. Arreglaba anualmente los más de dos kilómetros de la carretera que permitía el acceso a Izaña y que quedaba impracticable después de cada nevada esto último en contrato con obras publicas que le abastecía de un capazo, un pico y una pala como utensilios de trabajo.
El observatorio pertenecía al suprimido ministerio del Aire y los jefes eran comandantes o capitanes. Recuerda al Comandante Briones y al Capitán Elbella. Los observadores prácticamente eran sargentos. Pablo y su esposa bajaban a la Orotava cada dos semanas, de sábado a lunes, bajaban andando y de idéntico modo realizaban las subidas por la trilla de la añoranza y la relegación. Quedando allá arriba entre la nieve atrapados durante los crudos inviernos por enteros meses. Tras todo este sacrificio en la cima la economía era desvelo  para criar a una numerosa familia, los estipendios carentes, así quiso marchar a Venezuela, como tantos, en emigración. Allí tenía un hermano, Nicolás, que le consiguió un visado de seis meses. Y está en esto cuando del probable lance venezolano se entera don Pedro Rodríguez García Prieto, jefe ya entonces del Observatorio, que lo comenta con el  Teniente Coronel y este profiere que se quedase y en lo venidero le nombraba caporal, aumentándole alborozadamente la soldada de ocho a diez pesetas por día.
Pablo y su señora Piedad, convivieron en las alturas de Izaña con personalidades como  el ya mencionado don Pedro Rodríguez García Prieto, director del Observatorio Meteorológico y ulteriormente profesor de álgebra en las antiguas Escuelas de Comercio de Tenerife; y con el afamado astrofísico don Francisco Sánchez, actual director del Instituto de Astrofísica de Canarias; amén de otros ocupantes de aquel techo del valle como el técnico señor Molina, vizcaíno de procedencia; la recordada cocinera, Maruca, –qué carácter de mujer de aturdimiento canario era Maruca–; la dúctil, Isabel, -de ascendencia artesana-; el mecánico carialegre, Manolo Santos y su esposa Lola; el carpintero, don Alejandro; los jornaleros, Juan y Ravelo; el intermediario Santiago Ruiz –un gran caballero de compasiva jovialidad–, constantemente con la camioneta del ejército del aire avituallando aquellas cúspides, suministrando todo lo indispensable para la vitalidad de la cima.
En el año 1.964, año importante para las comunicaciones de Canarias, se construye por el ministerio de Información y Turismo, concretamente en el apéndice de Izaña, un edificio para acampar los remisores de TVE. Los dirigentes de la emisora presurosa se enteran de la competencia de ´maestro´ Pablo, contratándole como vigilante atalayero de dicha estación. Lo acepta con halago sin empalidecer la pértiga del Observatorio, y abjurar la triple tarea aforisma de la ocupación en el triángulo de Izaña: es decir, entre el Observatorio de Meteorología, Televisión Española y el actual Astrofísico.
Así brillantemente se dedica a alargar su trabajo, su sacrificio, su consentimiento, y su devoción, hasta el año 1.984. Un año desilusionado, y aventurado. Cumplía sesenta y cinco años y treinta y cinco de afanado laboreo en aquellas nevadas alturas de la gloriosa Nivaria, viéndose apremiado a decirle adiós al emplazamiento esotérico de su vida, donde dio todo, solo, y en compañía de su familia. Sus queridos moradores se acordaron de él, ante la angustiosa despedida, porque Pablo dejaba una evocación recóndita, copartícipe del dinamismo de todos. El cariño, la solidaridad, el compañerismo, la honradez, y la ternura del labriego Pablo era entorpecedora de postergar.
Aludir en la tesitura sobre el acogimiento montaraz en su propia vivienda  de cientos (¿quizás miles?) de arriesgados isleños del trajín de la cumbre en los años de escasez: llámense pastores, colmeneros, recogedores de cisco, cazadores e incluso aventureros arriesgados cogidos por casual en las garras de una fría invernal noche para quienes siempre había un techo, una lumbre y el mañanero buchito de café de sabrosa hospitalidad. Cultivador de amistades venideras en padrinazgo en todo el cinturón tinerfeño desde el Rosario, Arafo o Güimar. Una curiosa habilidad de este sin par polifemo de las cumbres, venturoso mítico atlante del Jardín de las Hespérides era que sin necesidad de artefacto, con la sola ayuda de su perra Ketty certera cazadora de incierta paternidad proveía de sabrosa carne de conejo o lebrato abriendo una despensa bajo cualquier retama.
El año anterior a su jubilación le propusieron al que fue su escrupuloso jefe, el licenciado don Pedro Rodríguez García Prieto que solicitara del ministerio correspondiente la Medalla de Plata al Mérito  en el Trabajo. Así lo hizo y el Excmo. Sr. don Fernando Morán López  que fuera Ministro de Asuntos Exteriores (1982-1985) en la segunda legislatura democrática del restablecimiento de las libertades y primera del Gobierno de Felipe González, se la concedió en el año 1985 celebrándolo equitativamente en un restaurante de la zona de Los Rodeos, repleto de amigos, compañeros, familiares y su esposa Piedad, una esposa fiel, una gran señora, una auténtica madre, que hizo de su hogar un sincero paradigma: la cima, la nieve, la soledad y la inmolación.
Don Pablo Ortiz Sálamo ya es historia en la Villa, en la Villa de Arriba, en Izaña, en el Peralito, la Piedad y la Cruz Verde, en Santa Catalina, Arafo, La Viuda o el Socorro, también en El Rosario, y camina, centelleante bulevar, por estos encantos panoramas: pensativo, añorozo…, mirando perpetuamente esa infinidad de nubes que azota desde la cumbre el Valle de Taoro. Mirando los soberbios copos de nieve de las hermosas nevadas de antaño cubriendo el Llano de Maja. Piensa, pero no olvida el atraer la leña de la aristocrática retama, ni olvida el arreglo de la techumbre por si le llaman la atención los que le quieren y le adoran. Vigilando desde el remisor de la televisión por si le falta la luz a todos lo que le aman y le aprecian. Atiende la llamada de su querida señora, madre de sus hijos, "Piedad", que le llama porque la ofrenda de la colación familiar ya está a su disposición. Pablo, te pedimos que vuelvas, que voltees tu despedida, porque tus amigos, tus compañeros te siguen queriendo. Dicho en palabras del universal cantor nicaragüense: Huye el año a su término / Como arroyo que pasa, / Llevando del poniente / Luz fugitiva y pálida...”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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