domingo, 9 de julio de 2017

LA TRADICIONAL PROCESIÓN DE LA IMAGEN DEL GRAN PODER POR EL BARRIO DE LA RANILLA



Las Fiestas de Julio de Puerto de la Cruz aúnan la devoción que comparten los portuenses por dos de sus símbolos más emblemáticos: El Señor del Gran Poder de Dios y la Virgen del Carmen. No son los patronos oficiales del municipio pero la gran devoción popular y lo arraigado de las tradiciones vinculadas a estas imágenes, han convertido las fiestas en su honor en las mayores y más populares de la ciudad turística.
Uno de los actos más solemnes y tradicionales del programa religioso de las Fiestas Mayores portuenses (de Julio) es la misa y procesión del Gran Poder del domingo por la tarde, a la que acude gran número de fieles de toda la isla. Estos cultos se repiten tradicionalmente en la mañana del lunes antes del ‘Embarque’. Según cuenta el escritor y bibliotecario municipal FERNANDO VIALE, esta tradición de la procesión hasta La Ranilla cumple más de cien años de historia.
El origen de llevar esta procesión hasta los límites del barrio marinero fue una promesa de los portuenses al “El Viejito” por su protección ante una epidemia de cólera que causó estragos en la isla.
En “Los Anales” del ex alcalde y cronista local José Agustín Álvarez Rixo se encuentran multitud de ejemplos de cómo los ciudadanos del Puerto de la Cruz acudieron en demanda de auxilio a su venerada imagen del Gran Poder de Dios en momentos de adversidad, tales como plagas, epidemias o de infortunio político para la nación, como el cautiverio del Rey Fernando VII.
Cuenta FERNANDO VIALE que no es de extrañar por ello que cuando se desató una epidemia de cólera morbo en Santa Cruz de Tenerife en el año de 1893, se decidiera hacer la promesa de llevar en procesión la imagen del Gran Poder de Dios hasta el límite oeste del barrio de San Felipe–Ranilla, que a finales del XIX, constituían prácticamente los del casco urbano.
La epidemia de 1893 fue traída a Tenerife por el vapor ‘Remo’ y aunque el cólera no fue una de las enfermedades infectocontagiosas, más asiduas a lo largo de la historia de Tenerife, cuando brotaba se propagaba de una forma muy rápida, contagiándose a muchas personas, de las cuales un porcentaje más o menos amplio fallecía.
La epidemia de 1893 contagió a un total de 1.744 individuos, de los cuales fallecieron 382. Se dejó sentir con mayor intensidad en Santa Cruz y de forma más leve en varios pueblos del sur de la isla (Candelaria, Güimar, Arona y Vilaflor). Quedaron a salvo del contagio los municipios del Norte. Desde 1894 y de forma ininterrumpida, los portuenses han hecho honor a la promesa efectuada a su Cristo del Gran Poder llevándole en procesión hasta La Ranilla en los días grandes de las Fiestas de Julio.
BÁCULO Y CUELGAS NUEVOS: La Hermandad del Gran Poder de Dios estrenó en el año 2012 nuevas cuelgas, que son las telas de terciopelo que cubren el carro procesional, con el escudo de la Hermandad bordado en el frontal.
Otra novedad es, el nuevo báculo de plata que porta el hermano mayor durante las procesiones. Estas incorporaciones se suman a las que ha venido realizando la Hermandad en los últimos años, con el fin de embellecer y realzar aún más la procesión del Gran Poder.
Evidentemente en el año 2012 el restaurador portuense Silvano Acosta restauró la peana de madera policromada del Gran Poder, cuya imagen tiene también nuevo trono de plata desde años atrás.
HISTORIA Y LEYENDA: El Gran Poder recibe culto y veneración desde hace más de tres siglos en el tempo parroquial y Matriz de la Peña de Francia del Puerto de la Cruz. Se trata de una bella talla de gran valor artístico y religioso, perteneciente a la escuela sevillana y de autor anónimo, de finales del siglo XVII, que llegó a la isla y concretamente al Puerto por atribución a un designio divino.
El escritor e investigador y amigo portuense MELECIO HERNÁNDEZ PÉREZ, relata que el capitán de artillería Pedro Martínez Francisco, natural de Breña Alta, encargó a un taller de imaginería de Andalucía una escultura de un Cristo del Gran Poder para la iglesia de su pueblo. Pero, por error del consignatario del barco que lo transportó, se quedó en el muelle del Puerto de la Cruz, pese a los reiterados y frustrados intentos de los marineros por reembarcarla hacia su punto de destino.
Según cuenta la tradición, cuantas veces los pescadores intentaron embarcar al Cristo, el mar rompía en tempestad, serenándose únicamente cuando la imagen retornaba al embarcadero. Vecinos y pescadores interpretaron este hecho como milagroso y consideraron que el Puerto de la Cruz era el lugar predestinado para morada y templo de aquella imagen. Ahí nació la creencia popular de que el Gran Poder estaba en el Puerto no por voluntad humana, sino por voluntad divina. Desde entonces, en los corazones de los creyentes portuenses caló un hondo sentimiento de fe y devoción por la imagen de “EL VIEJITO”, como se le llama cariñosamente.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL



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