lunes, 24 de julio de 2017

UN SACERDOTE Y BRILLANTE ORADOR REALEJERO



Fotografía de una panorámica del entonces municipio del Realejo Alto, año 1900.

El amigo de la Villa de La Orotava; JAVIER LIMA ESTÉVEZ. Graduado en Historia por la Universalidad de La Laguna, remitió entonces (12/02/2017) estas notas que títulos; "UN SACERDOTE Y BRILLANTE ORADOR REALEJERO".
Publicadas en LA OPINIÓN DE TENERIFE, el 11 de febrero de 2017: “… Tal y como han advertido diversos autores, la historia del núcleo tinerfeño de Los Realejos aglutina toda una serie de nombres esenciales para el conocimiento de nuestra larga trayectoria histórica. El polígrafo y principal exponente de la ilustración canaria, José de Viera y Clavijo (1731-1813); el recordado profesor universitario, excelente científico y Premio Príncipe de Asturias de Investigación (1986), Antonio González y González (quien vivió entre 1917-2002; centenario de su nacimiento que se conmemora este año con diversas actividades entre su localidad natal y la Universidad de La Laguna); el destacado sacerdote, periodista e investigador, José Siverio Pérez (reconocido con el premio Patricio Estévanez, el 23 de enero del presente año, a cargo de la APT), entre muchos otros. Toda una serie de nombres para la historia en el que incluimos a Domingo González de Chaves (1798-1866).
El investigador y genealogista, Antonio Luque Hernández, señalaría en su obra Las Familias Chaves y Montañés de Tenerife, algunos apuntes biográficos que permiten situar en un contexto el personaje objeto de nuestro análisis. De esa forma, conocemos que se trató de uno de los hijos del matrimonio formado por José González de Chaves y Antonia Pérez Bento, teniendo por hermanos a María Rafaela, Inés, Manuela y Agustín.
De notable importancia para ampliar nuestro artículo, destaca el análisis de la nota necrológica disponible para su consulta en el portal Jable de la ULPGC, con fecha de noviembre de 1866. A partir de tal referencia, conocemos que Domingo González recibió su primera formación en La Orotava, adquiriendo unas primeras nociones de latín y otros apartados del humanismo. Una primera etapa formativa en la que recordaría siempre con admiración las enseñanzas del profesor Rafael de Frías. En 1817, a partir de la creación de la Universidad de San Fernando de La Laguna, continuaría sus estudios en las facultades de Filosofía y Teología, logrando como esfuerzo a su incansable labor “los grados de Bachiller, en la primera, y de Bachiller Licenciado y Doctor, en la segunda”. Tras el desarrollo de su carrera literaria, “y abierto concurso de oposiciones a los Beneficios vacantes, en 1827, obtuvo con Real título el de la Parroquial de Santiago del Realejo Alto”. Un aspecto que quedaría recogido en el Boletín de la Revista general de legislación y jurisprudencia, que incluye el nombre de nuestro biografiado en atención a los Reales decretos de 17 y 22 de junio, publicados en la Gaceta de 12 de julio, designando S.M., entre otros nombramientos eclesiásticos, a Domingo González de Chaves “para una canonjía en la misma Santa Iglesia”. Como muestra de su valía y por recomendación de cierto párroco, “se encontró con el nombramiento de Canónigo de la Catedral de la Laguna”; aunque renunciaría a tal ascenso.
El apunte necrológico refleja la estima que existía hacia Domingo, pues “dedicado, desde que ascendió a las sagradas órdenes, al ministerio de la Predicación, el Doctor Chaves fue considerado, según la opinión general de las personas más competentes, como el primer orador sagrado de Tenerife”.  Durante los últimos años de su vida sería nombrado “Arcipreste del Partido”.
Luque Hernández, apunta que testó ante Sixto González Regalado, el 17 de agosto de 1859, e hizo codicilo el 3 de septiembre de 1866, ante Romero Betancourt. La importancia de la Iglesia en su vida se observa por el importante número de donaciones que realizó al efecto. En la nota cronológica de Domingo González, encontramos las siguientes palabras que sintetizan el respeto del pueblo a su persona: “Siempre mereció la justa benevolencia y el mejor concepto a sus Prelados, deja todo lo que el hombre puede desear; una buena memoria a sus feligreses, y el sentimiento de haberle perdido a sus amigos”…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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