miércoles, 30 de agosto de 2017

LA VILLA EN FOTOS Y EN EL TIEMPO



Aparece por mi casa el amigo y vecino de la calle El Calvario de la Villa de la Orotava desde la infancia; MANUEL FARIÑA HERNÁNDEZ, remitiéndome (2015) un sobre con archivos y fotos.
Manolo como cariñosamente le he llamado desde la infancia, e inolvidable infancia, le agradezco su cortesía, su humanidad por todo esto que ha depositado en mi propia confianza.
En este último aparecen fotos muy importantes sobre la música y la entonces banda de música Municipal de la Villa de la Orotava, en la que aparece el recordado maestro; don José Berenguer Sánchez, en una de sus actuaciones con la Banda de Música villera en la plaza del Ayuntamiento.
Pero aparecen dos documentos de muchísimo valor para exponer en este blog, uno del recordado homenaje que se le tributó al músico orotavense don Antonio Sosa Hernández en el mes de diciembre del año 1956, y un segundo documento del un reportaje en el matutino EL Día, en su sección de la Prensa del domingo 6 de enero del año 1991, por el amigo Francisco González Casanova, que nos dejó para siempre en unos días navideños. Reportaje que reproduzco íntegramente con sus cuatros fotografías, impresionante fotografías, en la que se pueden observar personajes que ya pasaron a formar parte de la historia cultural de La Orotava, en el memorando hay que destacar el párrafo donde Paco hace mención al gran médico de los pobres don Manuel Betancourt del Río, muy bien biografiado últimamente por nuestro amigo y contertulio el doctor José Vicente Betancourt en dos libros recién publicados:
Allá por el año 1933 se pro­dujo en La Orotava un importante acontecimiento para aquellos años, con la inaugu­ración de su primera Casa de Socorro.
En la fotografía que ilustra estas líneas puede verse a un numeroso grupo de médicos y de miembros del Ayuntamiento de La Orotava que asistieron al acto. Profesionales de la Medicina de gran categoría, tanto en su campo de especialidad científica como en Humanismo, se dieron cita en aquella ocasión. Así podemos ver en sus años jóvenes a los grandes doctores, don Tomás Cerviá y a don Gerardo Martín Herrera, que gozaban de reconocida fama en ambas vertientes del saber.
Junto a ellos médicos jóvenes, como los doctores Feliciano Jerez Veguero, Máximo Martín, Rodríguez Vivas, Martínez Casaña, los practicantes Felipe Hernández y Pedro Melián y la representación del Ayuntamiento de dicha Villa compuesta por el alcalde Manuel González Pérez, tenientes de alcal­de Félix Sosa y Lucio Illada, conce­jal Jerónimo Carrillo, y comisario jefe de la Policía Leoncio Estévez.
En el Valle de La Orotava siem­pre se ha contado con doctores que de humanidad, entre ellos no  podemos olvidar a los doctores José Pérez Trujillo, Ingram, Manuel Betancourt del Río, García Estrada, Luz Cárpenter, Celestino González, Celestino Góbiella, José Her­nández, Emilio Luque, Francisco Acebes Anda, Domingo González y más anteriormente los doctores Izquierdo Yumar, Sánchez Martí­nez y los hermanos Fernández de la Cruz.
En la actualidad sigue habien­do médicos de reconocido saber y sobretodo por su comportamiento humano, que todos los que habita­mos en este Valle los reconocemos; pero no intento dar nombres, por poder omitir alguno, y además que pudiera pensar alguien en querer reconocerle en vida y hacer algo de propaganda, algo que a ellos no les interesa, pues se lo tienen merecido  y reconocido por quienes les visitan para velar y sanear su salud.
Quiero llevar mi recuerdo, ya muy lejano, pues era un niño, al Doctor Betancourt del Río, familia de Gran Canaria que se estableció alre­dedor de los primeros años de este siglo (su padre, un gran político libe­ral, según me han contado) en la Villa de La Orotava. Por su defensa en sus ideales liberales, su padre fue amenazado varias veces. Dicha familia se estableció en una casona solariega, en la llamada popular­mente calle del Agua; eran personas de cierta solvencia económica. Su hijo Manuel estudió Medicina; Francisco, Derecho; y Juan marchó a Inglaterra para .estudios de idio­mas, Por cierto, su hijo Juan, al regreso de Inglaterra, fue el propul­sor, o el maestro, o entrenador de los primeros jóvenes orotavenses que aprendieron el deporte futbolís­tico. Su hijo Manuel, del que vamos a recordar algo de sus vivencias, fue uno de los fundado­res del Partido Socialista de La Orotava, muy amigo de nuestra fami­lia. Antes de la segunda Republica se trasladó a Santa Cruz, su despacho lo montó muy cerca de la Plaza de los Patos. Allí como gran médico hizo una gran clientela; tenía entre ellas a la colonia inglesa y la alemana, y seguía la costumbre de no cobrar a los pobres. Esto fue, según me comenta un viejo amigo que lo trató mucho, lo que motivó según él, su traslado a la capital, pues no cobraba a los pobres ni a los amigos, y los ricos por sus ideas políticas no eran clientes suyos. En los primeros días del Alzamiento Militar, fue detenido y llevado a la prisión flo­tante, allí demostró su gran valentía y su gran compañeris­mo, tenía un tempe­ramento muy vio­lento para: quienes querían cometer abusos y atropellos. Más de una vez se enfrentó a los vigilantes de turno. De ahí fue trasladado a los salones de Fyffes, donde también tuvo sus enfrentamientos por las «sacadas» de muchas de las noches a numero­sos compañeros, que desaparecie­ron. Una noche vino una orden de «sacada» de catorce presos, entre ellos él. El capitán de la prisión, mili­tar que no estaba conforme con estas salidas «sin retorno», y que conocía mucho a don Manuel y conocía de sus amistades, llamó al cónsul alemán; éste inmediatamen­te realizó su gestión, impidiendo que esta gente fuera desaparecida. Uno de ellos se suicidó en el barco, ya que suponía lo que le esperaba. Al cabo de unos meses fue traslada­do otra vez a los salones de Fyffes, donde permaneció hasta su puesta en libertad. Poco le valió esta liber­tad, pues fue llevado a Madrid para ser sometido a un tribunal, por  haber pertenecido a la masonería.
Ya en Santa Cruz, en su despa­cho, sigue con su gran clientela, pero su salud estaba resquebrajada
Con tantos sufrimientos y atrope­llos; le sobrevino una trombosis que le dejó paralizado un brazo y parte del cuerpo. Sin embargo, seguía recetando a pesar de encontrarse en este estado. Hoy, hablando con el buen amigo y culto abogado Rafael Hernández Correa, muy amigo del Dr. Betancourt del Río, ya que estuvieron juntos tanto en la prisión flotante como en los salones Fyffes, me contaba que encontrándose su hermano Juan muy grave (en La Orotava), se lo comunicaron, vino urgente y al verlo, ya que el médico que lo atendía le daba sólo unas horas de vida, medio enfadado por la gran amistad que entre ellos había, les decía que porqué no se lo habían comunicado antes. Después de observarlo, encontrándolo muy grave, le recetó un medicamento. Este fue preparado en la farmacia, e indicándoles que cada dos horas no dejaran de dárselo, y que él ven­dría al siguiente día muy temprano, que si había algo anormal, que se lo comunicaran; él ya vivía en Santa Cruz. Al visitarle al día siguiente muy temprano, desde la puerta. De la habitación contemplándolo: dijo, ya está salvado, como así fue. Otra de sus curas que recuerdo, siendo yo muy niño, fue debido a que mi her­mana Rosa, de unos cuatro años de edad, llevaba unos quince días con una gran fiebre, y a pesar de haber tenido junta médica, no le bajaba la fiebre. Mi padre habló por teléfono con el Dr. Betancourt, vino urgen­te, y después de observarla le comu­nicó a mis padres que si podían lIe­varIa para Santa Cruz para poderla ver por la mañana y tarde. Mis padres la llevaron para Santa Cruz, y se alojaron en casa de mis tíos, Tomás Calamita y Mercedes Gon­zález. Al segundo día de tratamien­to, empezó la fiebre a remitir y a los diez días ya estaba en casa, bien de salud.
Al fallecer el Doctor Bethen­court, una gran manifes­tación donde le acompañaban muchas personalidades de toda la isla, y gente del pueblo lla­no, acudió para estar presente y decide su último adiós a este gran médico tan querido y tan recorda­do, tanto por su saber como por su humanidad. Es una pena que a personalida­des como estas no se les tengan pre­sente su nombre en alguna calle.
Si por aquellos años fue un acon­tecimiento la inauguración de la Casa de Socorro de La Orotava, es hora ya que los Ayuntamientos del Valle de La Orotava se pongan de acuerdo para la instalación de un Hospital ya gestionado al Insalud o al Cabildo, en la zona de dicho valle, que pudiera abarcar también a todos los habitantes desde Buena­vista hasta Santa Ursula, pues es una gran necesidad, y que la mayo­ría de toda esta zona lo piden. No solamente para la gente que tiene que ser hospitalizada y trasladada a Santa Cruz, sino también a sus familiares que desean visitarles, pues les supone gastos, pérdida de trabajo, sobre todo a personas que económicamente no pueden hacer­lo y además con la instalación de un Hospital en esta zona, se descon­gestionarían esos hospitales que están completamente abarrotados y en los que tan difícil es muchas veces conseguir una cama.
Tiempos pasados, que quienes vivieron aquella época recuerdan como la mejor. No sé si tienen razón, o es que cada cual considera la época de su juventud, la preferi­da. Sobre esto, dudo. Ellos miraban la vida con cierta indiferencia, no se arrugaban pensando que se les pudiera echar encima situaciones económicas difíciles o se les presentara alguna crisis. Vivían en un tiem­po en que había lugar para todo, para distraer los ratos de ocio charlando con los amigos, como tam­bién para dedicarlos a sus deportes favoritos, a las aficiones teatrales o literarias, para visitar con frecuen­cia a las familias, para echarse, cómo no, una perra de vino, si el cuerpo lo deseaba. Hoy, en cambio, me parece la vida algo deshumani­zada, con un stress que no da tiem­po ni para pensar.
En esa simpática y recordada fotografía, a cuyo dorso comenta textualmente Felipe Casanova Machado (para los que le conocie­ron no hacía falta nombrarlo, pues por su forma de escribir, cuando él quería humor, ya se imaginan quién era su autor): Extraordinario parti­do de fútbol. Campeonato. Jugado en el campo de La Orotava FC.: el día 24 de noviembre de 1930 (festi­vidad de San Protasio), a las 11 de la mañana, entre los formidables primeros equipos Ciclón FC.: y CD. Tempestad (ambos de 327ª categoría). Arbitro: Felipe Casano­va (del colegio de internos de La Laguna, peso 120 kg.). Vencedor CD. Tempestad por 2 a 0. Premio: Este gran coro de voces, cuyo director fue el maestro y buen pia­nista don Antonio Sosa Hernández, tan recordado en todo el Valle de La Orotava. Una de sus principales actuaciones era en la Fiesta de la Octava del Corpus Christi y San Isi­dro Labrador, el día jueves, en la Plaza del Ayuntamiento, cubierta por un magnífico tapiz como todos los años, confeccionado con tierras de las Cañadas del Teide, en honor al Santísimo Corpus Christi, que penetra en dicha plaza acompa­ñado de una gran manifestación. Este hermoso acto causa la admira­ción de numeroso público por la gran solemnidad y belleza.
Rondalla Los Kiaves. Esta rondalla de pulso y púa, de gran calidad, actuaba por los años treinta, en las fiestas de Carnaval, todos ellos de La Orotava, buenos aficionados de la música, que deleitaban al público orotavense y a los del Valle, por aquellas fiestas. Pare­cían verdaderos profesionales por la buena calidad de obras que inter­pretaban, todas con gran éxito. Como verán cuatro fotografías con muy buenos recuerdos de aquellos tiempos y que hoy se les tiene pre­sente.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

No hay comentarios:

Publicar un comentario