domingo, 17 de septiembre de 2017

CALLE CÓLOGAN (III)



Fotografía correspondiente a la calle Cólogan de la Villa de La Orotava, de los cincuenta del siglo XX. Tomada desde en la confluencia con la histórica calle Viera.
Observamos las característica de la misma, el histórico Chorro de hierro forjado exportado de Inglaterra en los años veinte del siglo XX, siendo alcalde e ilustre letrado de la Villa el recordado DON AGUSTÍN HERNÁNDEZ Y HERNÁNDEZ.
El amigo y compañero de docencia de la Villa de La Orotava JUAN J. MARTÍNEZ SÁNCHEZ, en su libro “LA OROTAVA, SUS CALLES, SU HISTORIA”, en las páginas; 98 y 99. Con la colaboración del heraldista y militar orotavense don MELCHOR DE ZARATE Y CÓLOGAN, detalla las características más importantes de esta histórica calle villera, como el empedrado original de la vía y sus casonas: “…Esta vía une, de Sur a Norte, las plazas de Casarlas y de Patricio García, con la calle Viera; por su orientación, dada la orografía de La Orotava, es de acusada pendiente. Fue una de las vías que, por encargo del Licenciado Juan Ortiz de Zarate, acordeló, el memorable día 29 de mayo de 1506, el capitán Diego de Mesa.
Por su calzada transcurría la acequia que conducía el agua de los regantes, de la zona de poniente, al estanque regulador de los San Martín, situado en el lado Norte del inicio del camino al Realejo, por la Luz Con el paso de los años, esta vía pública conoció varias denominaciones. La más antigua de ellas fue "del Hospital", en ella establecido, prácticamente desde la fundación del lugar, pues funcionaba en 1520. Este hospital de la Santísima Trinidad, estaba por aquellos años situado al inicio de la calle; en 1624, Don Nicolás de Cala fundó en su vecindad un convento de monjas dominicas, cuya iglesia confinaba con la casa del hospital, por lo que ambas instituciones estaban estrechas; por ello, dado el auge del monasterio, la enfermería se mudó a un edificio construido más abajo, siempre en la misma acera, esquina con la calle Viera. Allí lo conoció, en la segunda mitad del siglo XVIII, el memorialista Don Juan Antonio de Anchieta y Alarcón, que llegó a ayudar en su capilla a misa; desde allí se mudó, afínales de ese siglo, al Llano de San Sebastián, donde se había fabricado un nuevo emplazamiento, cuyo edificio aún subsiste.
También se conoció a esta calle con el nombre de las Monjas, por el Monasterio de San Nicolás, al que antes hemos aludido. Heredó su patronato Don Pedro de Cala, que renunció a él, adquiriéndolo Don Diego Benítez de Lugo Grimaldi y Westerling, tronco de los marqueses de Celada, por escritura ante Juan González de Franquis, en 4 de septiembre de 1639, y se comprometió a erigir la capilla mayor de la iglesia, a ensanchar y enriquecer el convento, por lo cual adquirió las propiedades colindantes y, entre éstas, la casa del hospital, que trasladaron.
En 1716, un gran incendio destruyó la vecina mansión de Celada, residencia principal de los patronos, y también gran parte del monasterio, que luego fue reconstruido, corrigiendo, entonces, su alineación con la calle, ganando ésta en amplitud. Un nuevo incendio, en 1761, dañó otra vez el cenobio, que restaurado, se adueñó ahora de la totalidad de la manzana, comprendida entre las calles de Viera, La Paloma (hoy Magistrado Barreda), el callejón que lo separaba de las ruinas del palacio de Celada y la propia calle de las Monjas. Ese convento de San Nicolás Obispo, no constituía un edificio apretado, sino un conjunto, formado por la iglesia, comunicada con las dependencias monásticas, refectorio, claustro, cocina y celdas, separados por huertas y patios; todo ello, aislado del exterior por gruesos y altos paredones. El templo, situado como ya dijimos en el extremo Suroeste, hizo de parroquia durante los años que duró la construcción de la actual; del convento sólo subsiste en la actualidad el extremo Noroeste.
Las sucesivas ampliaciones y remodelaciones del monasterio de dominicas 98 dieron mayor anchura a la calle, que de vía angosta pasó a ser ancha, con el inconveniente de su acusada pendiente, pero la ventaja de permitir la contemplación de una hermosa perspectiva urbana y paisajística.
Un tercer incendio, ocurrido en 1815, hizo difícil la continuidad en el edificio de la comunidad religiosa. Pocos años después sobrevino la desamortización y el monasterio fue en gran parte municipalizado y transformado en "edificio multiuso": la iglesia pasó a ser teatro y cine, el claustro mercado de vituallas, en otras dependencias se instalaron la cárcel del Partido Judicial, depósitos municipales, escuelas, etc.
En la segunda mitad de este siglo XX comenzaron a ser demolidos sus restos, y su suelo, en esta calle Cólogan, lo ocupan hoy los edificios de Correos, Casa de Socorro y el Dispensario de la Seguridad Social; el resto del solar lo constituyen viviendas unifamiliares y escuelas.
La acera de Poniente está formada por viviendas de porte, fabricadas en épocas diversas: el número 1 es edificio terminado en 1960, según planos del afamado arquitecto grancanario Don Miguel Martín - Fernández de la Torre, propiedad de la familia Zárate Altamirano; su vecina es una interesante casa, muestra de arquitectura vernácula, en la que nació, el 12 de agosto de 1914, Doña Elisa González de Chaves, fundadora del primer Colegio de Sordomudos de Tenerife; la número 5, es una mansión construida en 1630, por Doña Marina de Franchi, destruida por un incendio en 1745, y reconstruida por Don Carlos de Franchi; con el transcurso del tiempo, ésta fue de Doña Rosalía de Franchi, III Marquesa de la Candía, de quien la obtuvo Don Tomás Fidel Cólogan, esposo de Doña Laura Cólogan Franchi y Heredia, IV Marquesa de La Candias, sus sobrinos, que reformaron el edificio; en vida de sus nietos Doña Ana Cólogan y su marido Don Melchor de Zarate, la casa fue notablemente mejorada; hoy es propiedad de sus hijos. Alquilada a las Monjas de la Asunción de 1916 a 1920, sirvió de colegio y residencia de esta comunidad de religiosas, durante esos años. Este inmueble tiene adosada a su fachada, en su puerta principal, una plataforma de piedra, continuada con una escalera, particularidad que le ha conferido el nombre popular de "casa de los escalones". En su jardín existió un singular castaño que, según Viera, databa de la Conquista y que derribó un huracán, en 1953…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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