sábado, 16 de septiembre de 2017

HOMENAJE A LA MEMORIA HISTÓRICA DE OROTAVENSES



Fotografía referente a Lucio Illada Quintero (el más alto) y Florencio Sosa Acevedo (dirigente sindical del Puerto de la Cruz y diputado comunista en 1936)

El periodista de la Villa de La Orotava; ÁLVARO MORALES publica en el matutino El Día del 24 de septiembre del año 2008. Si algún municipio canario estaba cumpliendo la Ley de Memoria Histórica ése es, sin duda, La Villa de la Orotava: “…El pleno local aprobó entonces, con los votos entusiastas de IPO, PSOE e IU-LV, el respaldo firme -aunque con alguna duda de CC sobre las consecuencias económicas por posibles indemnizaciones a represaliados franquistas, y una sorprendente, por su contundencia y argumentos de cliché, oposición del PP- a la moción de IPO por la que se declara nulo por ilegal, al emanar de unas autoridades dictatoriales, el título de Hijo Adoptivo del municipio otorgado al dictador Franco el 9 de diciembre de 1936 y la Medalla de Oro concedida el 23 de febrero de 1960.
La iniciativa también revoca los acuerdos y las disposiciones dictadas para depurar por sus ideas a 30 funcionarios locales desde el golpe de Estado de parte del Ejército el 18 de julio de 1936 a 1940.
A excepción del PP, que, lejos de aplaudir, criticó la moción por "partidista e innecesaria a estas alturas", los portavoces de CC, PSOE e IU-LV felicitaron a IPO por su investigación en los archivos y por convertir la ocasión en un homenaje a 30 trabajadores que fueron represaliados y, en el caso de cuatro, fusilados por su defensa de la democracia y la República y por su pertenencia o simpatías por las ideas de izquierda.
Juan Dóniz (CC) sólo dudó de si se debía eliminar de la propuesta la parte que aludía a la "restitución de todos los derechos a quienes fueron suspendidos de empleo y sueldo y/o destituidos durante la dictadura franquista" o, en su caso, señalar que las posibles indemnizaciones que reclamen los familiares las cubra el Estado. José M. Hernández (IPO) aclaró que, si bien desconocía las consecuencias legales, la moción trataba, sobre todo, de homenajear de forma simbólica y moral a estos empleados. Al final, CC asumió esta parte, aunque sí logró que, en vez de enviarse la moción a todos los ayuntamientos, se haga sólo a la Fecam para ahorrar en papel.
Enrique Luís (PP) justificó su oposición en que no aprecia en el texto reproches a la República y en que, en su opinión, la mayoría quiere "enterrar" el pasado. La izquierda le respondió que, tras muchos años de silencio de los vencidos y reconocimiento a los vencedores, "ya es hora de que se sepa lo ocurrido, dónde están algunas personas y se haga justicia a los que lucharon por la democracia. No se busca reabrir heridas; se intenta empezar a cerrarlas".
La lectura de los nombres de los 30 trabajadores suspendidos de empleo y sueldo, destituidos, detenidos, algunos deportados a Villa Cisneros y fusilados forma parte desde ayer de la historia villera. Se trata de electricistas, secretarios, un médico, un veterinario, practicante, guardias, recaudadores, una bibliotecaria, guardamontes y un interventor. Estos son sus nombres: Felipe Quintero Hdez., Antonio Hdez. Hdez., Norberto Perera Hdez., Jesús Gómez Martín, Gaspar Martín Glez., Juan Hdez. Correa, Victoriano Gutiérrez Martín, Lucio Illada Quintero, Feliciano Jerez Veguero, Isidro Delgado Linares, Leoncio Estévez Luís, Balbino San Millán López, Juan Manuel Glez. Hdez., Jesús Gómez Hdez., José Glez. García, Jerónimo Andrés Gascón, Zacarías Machado Rivero, Domingo Rivero Álvarez, Mercedes Benítez Belza, Domingo Glez. Reyes, Melquíades Luís García, Eugenio Glez. Glez., Amós Díaz Casañas, Felipe Hdez. Hdez., Marcos Fuentes Arbelo, Zacarías Zamora Pacheco, Juan Escobar Perdigón y Jesús González…”
DON JOSÉ LUÍS SÁNCHEZ PARODI, gaditano ex - juez de la Villa de La Orotava, ex magistrado, en el Diario de Aviso del 19 de septiembre del año 2008, nos narra las vivencias de estos acontecimientos relativo a los hermanos ILLADA; “…Tenía nombre de caudillo de la revolución mejicana. Basta con recordar a Emiliano Zapata, aquel defensor de los derechos de los indios para explotar la tierra y asesinado en Cuernavaca, representado mucho después de su muerte por una magistral película de Marlon Brando. Era realmente la figura de ese mocetón de corpulento cuerpo, ya en la madurez de su vida, cuando llegué por los años cincuenta a La Orotava y lo conocí. Y casi enseguida, porque era persona que pululaba -esta es la palabra más exacta- por los dos Juzgados que entonces tenía la villa: el de Primera Instancia e Instrucción, y el Comarcal, que lo ocupaba Alonso de Zárate. Mi Juzgado estaba situado en el edificio del Ayuntamiento y ocupaba una zona bonita del edificio, con balconadas limpias y relucientes, sobre la plaza central de la villa, y cuya otra zona estaba destinada a ser ocupada por la corporación municipal, a la que perteneció el sólido y hermoso edificio. A los pocos días, supe de referencias que Illada no tenía carrera alguna, sino una práctica acentuada de comparecer como hombre bueno en los actos de conciliación, y era un hombre serio y formal que podíamos calificar como "abogado de secano o sequero", como se dice en esta tierra y en los Juzgados de Castilla. Popular, sus clientes eran pobres campesinos a los que asesoraba las más de las veces con acierto y decencia a todos los niveles, perteneciendo a una familia que había tenido una actividad notoria durante el período de la República, donde un hermano llamado Lucio ejerciera con afán revolucionario, que influía profundamente sobre las masas obreras de la agricultura, en tanto que otro hermano, llamado Manuel, había llegado a ser delegado de Trabajo en la provincia, afiliados ambos al Partido Socialista de aquella época, tan lejana y tan cercana a esta. Completaba el resto de su biografía personal cuanto acabo de citar sobre sus hermanos, que inevitablemente habían dejado con su muerte, porque ya terminada la guerra fueron fusilados, en tanto Emiliano, parece que fue salvado de la muerte o de la prisión por la protección de un señor importante en la sociedad orotavense. Volviendo, pues a los hermanos, Manuel, detenido que fue y juzgado y preso en la capital, ganó con su inteligencia un puesto en la oficina militar en que esperaba el "cúmplase" o el indulto de la pena de muerte que le había sido impuesta. Abría diariamente la correspondencia, y uno de esos días abrió un sobre procedente del Ministerio de Defensa de Madrid, en que venía y llegó el terrible "cúmplase", tan decisivo, como funcional misiva. Un gran dolor corrió en el ambiente inmediato, dada su simpatía y su íntegra persona, pero él impuso la serenidad y el inevitable destino que cada uno tiene marcado en su vida. Y como en todas las noches que allí estuvo se entretenía jugando al ajedrez con el oficial de guardia, también lo hizo en aquella última noche, alcanzando el final con la dignidad y coraje que murió. Esta fue la versión que me hicieron, amigos o conocidos de Manuel Illada, y que mi sólida memoria puede reflejar, siempre con el dolor que los muertos de los dos bandos de la Guerra Civil me merecen. Y Lucio, el otro hermano, fugado del lugar de África española, donde se hallaba preso, tras llegar a Francia pasó a la zona republicana, donde luchó, tras ingresar en el Partido Comunista y creo que fue subsecretario de un Ministerio. Tras la batalla del Ebro huyó a Francia, de donde, con lealtad a su partido, regresó de nuevo a la zona republicana, dispuesto a seguir la guerra que Negrín, creo que corto de visión, y más aún contra la realidad manifiesta de la derrota que propugnaba Besteiro, quería continuar. Finalizó la guerra y fue detenido Lucio, con las terribles consecuencias, de ser condenado a muerte en Santa Cruz.
Y en ese enorme vacío, con dos hermanos muertos y una guerra perdida, continuó viviendo este Emiliano Illada de mis recuerdos, a quien veía por el corredor en cuyo sector estaba situado el Juzgado. Este Emiliano sencillo, callado en el silencio de la derrota, y en la necesidad de seguir viviendo en su villa, en la que aseguro que en los diez años en que estuve allí fue un ejemplo de derrotado que encontró acomodo y seguridad en un puesto de trabajo, en la Notaría que había entonces en aquella época en La Orotava. Y tan silenciosamente, como había vivido, murió…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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