sábado, 23 de septiembre de 2017

OTROS MARES, LOS HAY, ¡MADRE!



El amigo del Puerto de la Cruz;  AGUSTÍN ARMAS HERNÁNDEZ, remitió entonces (22/09/2017) estas notas que tituló; “OTROS MARES, LOS HAY, ¡MADRE!”: “…Celébrense, todos los años, «la jornada por los enfermos». Aunque todos lo estamos en algún grado, se trata de los que guardan cama, o bien están recluidos en hospitales, asilos o se hallan inválidos, o finalmente oprimidos por la vejez. Aunque mi progenitora está ya difunta (que Dios guarde en paz), estuvo largo tiempo entre los enfermos, tanto pasajeros, como terminales. Quiero aquí recordar mis sentimientos mientras ella padecía, para que todos los pacientes confíen más en el Señor, y acepten las pruebas del destino con amor y resignación, ¡pues hay otros lugares deliciosos en otros mundos! Con lágrimas en los ojos retenidas/ con el corazón, sangrante/ el alma angustiada, reprimida/ inmerso en desilusión constante/: en un mar de amarguras desasistida/ a la clínica cada día iba a visitarte/; en tu postrer lecho te encontraba entristecida/ ¡¡maldita enfermedad llegué a odiarte/!! Disimular el dolor querías/ el que a mi corazón hería/ ¡mas no podías/! pues por repercusión yo lo padecía/ de veras madre, nunca la fe perdía/ pues esperaba la sentencia establecida/. Te contaré el por qué: aunque ahora tú lo recuerdas todo ¿verdad, madre? Algunos años atrás sufriste dolencias en tu cuerpo (que no fueron las últimas), te sentías enferma (bien lo sabes), acudimos a un prestigioso médico de Santa Cruz. Muchos análisis te hicieron, mas... todo parecía inútil, no había remedio. Así me dijeron varios galenos. El primero nos mandaba al segundo, éste al tercero y así sucesivamente todos coincidían en su clínico veredicto. Por los análisis.... algo que no es bueno mortifica el cuerpo de tu madre, concluían: sólo tratamiento y lo que Dios quiera. Ante este panorama, ¿qué podía hacer yo, por ti, la que me llevaste en tus entrañas? ¡Mucho después de todo!, antes de proseguir recordaré un dicho bíblico que dice: «no es de todos la fe». Por lo tanto lo que a con-atenuación te contaré, a ciertas personas quizás no les guste o no lo creerán, pero muchos recibirán consuelo. Acudí a la Madre del Cielo, a la Virgen Dolorosa, la que intercede  ante el Padre Eterno cuando le pedimos —angustiados— algún favor. Era el más grande que en mi vida le había pedido, «tu salud,  corporal». Ante su altar de hinojos, con el corazón constringido, cabizbajo y meditabundo. Concéntrome en piadosa oración. Pido una y otra vez que te deje algún tiempo más, con nosotros; que no te llevara,
todavía. Levanté la cabeza, pues me sentía como observado. ¡Qué sorpresa, Dios mío! El rostro de la Virgen parecía tenuemente iluminado y cual si sonriera, con sus rosados labios. Sentí de súbito todo mi cuerpo estremecerse, me pareció como si oyese: «Vete en paz hombre, la tendrás contigo». ¿Cuánto? No lo inquirí, pues la amargura transformada en gozo hízome olvidar tal cosa. No obstante todo en esta vida pasa, y fatalmente también el tiempo añadido. Nos pareció corto, y sin embargo se te concedieron, madre, unos quince años, como al profeta Ezequías (Is. XXXVIII; 5). Otra cosa quiero decirte —última ésta—: Un día que fui a verte, en el lecho estabas triste y dolorida. Quise animarte pero... jamás herirte. Sabedor de lo que te gustaba contemplar el mar, en días espléndidos y con sol radiante, te dije: «El mar está hoy más bonito que nunca»; ¡me miraste con tristeza y entre suspiros contestaste: ¡Hay el mar! ¡Quién pudiera volver a verlo! No pudieron articular mis labios lo que sentía: «Otros mares más puros y azules los hay ¡madre! Es ahora ella quien podría decirme: «Sí, Dios tiene preparados cielos nuevos, y nuevas tierras para quienes le aman» (Apoc. XXI;1). «Y verás además mares transparentes como el cristal, y azules cual  zafiro» (Exodo XXIV; 10 - Apoc. XV;2). Hablamos siempre de «esta vida» y <<este mundo». Luego existe «otra vida» y «otro mundo» ¿no es así?—…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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