miércoles, 15 de noviembre de 2017

DOÑA CONCEPCIÓN GARCÍA HERNÁNDEZ, MODISTA.

Ésta es la rosa de los vientos, se detiene, apunta hacía un hemisferio cuya fortuna ignoramos. ¿Sabemos acaso discernir donde se halla la fortuna? El soplo del destino, apenas una débil ráfaga de viento, puede conducirnos o apártanos de ella. Mucho han meditados los filósofos sobre estas otoñales cuestiones mientras silba el viento en la chimenea y el pero dormita a los pies de su amo.

Nada. El destino, ese personaje desconocido para todos los villeros de hoy quizás del ayer no lejano, llama a la puerta en los alegres días de la primavera, que es el tiempo para la sonrisa y la danza. Y el otoño, este otoño del filosofo, sólo sirve para la melancolía y el recordar, precisamente fue el empresario orotavense óptico Antonio Santos Cruz, convecino de mi infancia de la calle  El Calvario, me dijo, Bruno, no olvide que el taller de la inolvidable modista Doña Concha fue una gran institución en la Villa.

Efectivamente Antonio, ese taller lo viví desde mi infancia, mi prima María del Carmen Ordóñez casó con su hijo José Manuel, incluso trabajó en su taller. Evidentemente he tenido que utilizar la mediación oral de mi prima para poder hacer este gran homenaje a esta señora que fue una verdadera Institución en la Villa de la Orotava.

Doña Concepción García Hernández, conocida por doña Concha  La Modista,  nació en la ciudad del Puerto de la Cruz, en el año 1897 en la calle la Hoya, su padre Antonio García “Maestro Escuela”,  su  madre Eusebia Hernández ama de casa, del matrimonio nacieron cuatro hijos; Antonio, Concepción, Carmela  y Eusebia García Hernández.

Doña Concha aprendió las primeras letras con su propio padre. Cuando era joven, apareció por el Puerto de la Cruz una revista de fama nacional que hablaba de la moda, su padre le obligó a que estudiase ese oficio de CORTE Y CONFECCION, tanto fue así que ella no quería, pero su progenitor le exigía que lo hiciese, tanto fue así que doña Concha decía, que se podía imaginar que a lo largo de su vida con esta profesión se aseguraba su porvenir.  Con este relato empezó a coser, fue tanta la fama que llegó a ser una gran modista de CORTE Y CONFECCION de mujer.

El orotavense Domingo Méndez Dorta, hermano de don Tomás Méndez Dorta propietario y gerente del recordado hotel Victoria,  bajó al Puerto y se enamoró de ella, casándose en la iglesia de la Peña Francia en el año 1926. Se vinieron a vivir a La Orotava a la calle de Juan Padrón en la mansión que estaba colindante al tristemente desaparecido y polémico Teatro Cine Atlante, en ellas nacieron sus cuatros hijos; José Manuel, Emma Victoria, María Lourdes y Eulogio Domingo Méndez  García.

En ese hogar de Juan Padrón montó un excelente taller de CORTE Y CONFECCION, un taller característico de escuela femenina para aprender el oficio, por él pasaron muchísimas orotavenses entre otras; las hermanas Juana y Pino Hernández, conocida por las Canarias o las Bello; Lourdes García; Elvira Hernández Méndez; Anita Guardia; hermanas Rosalba y Luisa Díaz Linares; hermanas Mariana y Ana Hernández “Carrasco”; Lola Escobar;  Margarita esposa de don Vicente Hernández funcionario de la FAST.

Al principio de la década de los años cincuenta traslada su taller definitivamente a la plaza La Paz conocida por la plaza del Calvario, actualmente por la plaza de la Fuente, sus operarias se renuevan por completo en este talle aparecen entre otras orotavenses; Higinia, Carmilla, Lola I, Julita, Corina, Lola II, Luisa, Carmita, Loló, Melisa, Mari Carmen, Remedio y otras…….

Su clientela es de la familia de clase alta de la Villa, la denominada aristocrática, siendo las más asiduas; doña Candelaria Benítez de Lugo, doña Ángela Cúllen, doña Eladia  Ascanio,  Doña Dolores Salazar, doña Cartuja Ascanio. También aparecen clientes de la clase media; doña Mercedes Álvarez, doña María Cruz; hermanas María y Carmen González; hermanas María Luisa y Leonor de la Peña entre otras. Otra inmensa clientela procedía de la Cruz Santa, Los Realejos, Puerto de la Cruz y La Laguna.

La misión de su taller, tenía una organización que empezaba  con el probar y el corte de las telas exclusivamente por su parte, dirigiendo a todas sus operarias el trabajo a cometer, en un salón de trabajo que contenía dos maquinas de coser y un enorme armario que lo utilizaba como almacén de las telas. Pero tenía la particularidad que el remate y los acabados de los trabajos lo hacía ella, ayudándole en el planchar de los mismos su hermana Eusebia, que se había venido a vivir con ella a la Orotava cuando nacieron sus hijos, casándose con el recordado villero entonces viudo don Emiliano Illada Quintero funcionario muchos años de la notaria, yéndose a vivir al domicilio de su esposo en la calle El Márquez o calle de la Canal de la Villa Arriba. 

A Eusebia la recuerdo de mi infancia, una mujer elegante, pintaba sus labios de rojo vivo, iba a casa de mi madre en la calle Calvario con su sobrino Eulogio, para que le probase los trajes. Puedo decir aquí que si doña Concha fue una gran institución de la moda femenina mi mamá María lo fue de la moda masculina, lo tengo claro, y me lo confirmas muchísimos orotavenses de la época.

La perfección de doña Concha era el abrigo, el traje de novia y la chaqueta con sus mangas exóticas.

Doña Concha era una persona amable, bondadosa, vivías para sus hijos, persona con cultura, amante de la lectura, se puede decir que ninguno de sus clientes tuvo quejas algunas. Como dato anecdótico, podemos destacar que el doctor don Buenaventura Machado Melián era el único caballero que ella permitía presenciar el probatorio de su esposa, debido a su amistad, a su confianza y supongo a su característica de doctor. Entre otras anécdotas, podemos citar las que se producía por comportamiento algo extraño de algunos de sus clientes, no por sus trabajos y su arte de modista, sino por negarse a hacerle el trabajo, simplemente por estar sobrecargada del mismo, lo cierto que prefería decirle no, antes que engañar.

Su taller era un ilustración, tal como hemos dicho, una escuela sus alumnos eran su propias operarias, una ilustración de arte, de cultura, pues todos los domingo por las tardes solía formar tertulias con sus amigas en el salón de su propio hogar. Entre los figurines originario de la moda estaba; el Voge y el Constace. En antaño era costumbres en los pueblos de estrenar los trajes en el preludio las fiestas populares, en la Villa de la Orotava doña Concha aprovechaba para hacer lo que hoy se denomina el escaparate o el marketing de la moda o la novedad de la misma, el jueves de octava de Las Alfombra sus hijas Emma Victoria y María Lourdes estrenaban unos vestuarios totalmente distintos a los confeccionado por su madre a lo largo de la temporada, con unas técnicas que doña Concha remataba por las noches en exclusiva, nunca quiso  que nadie ni las mismas operarias viesen estas faenas, esto se convertía en una novedad, en una fantasía, al salir sus hijas por es históricas calle El Calvario hacía arriba, hacia la plaza de la Constitución o la Alameda del Kiosco de la Música, todo el vecindario de la calle presenciaban ese paseo por la novedad de sus trajes y de su belleza.

Tras la muerte de su marido acaecida el 12 de octubre de 1963 a los 64 años de edad, cerró su gran taller de cara al publico en general, ya por esa década la moda hacia su presencia en los escaparates de las tiendas, la edad y los años hacen huellas en la vitalidad y en la profesión. Doña Concha que tanto hacía y quería a sus hijos y a sus nietos pasó el final de su vida en un piso en la avenida Sor Soledad Cobián, murió el 10 de marzo de 1981 a la edad de 84 años.

Doña Concha acumuló un gran y bien hecho trabajo en el mundo de la moda, conoció muchos secretos en su profesión. En el ocaso de su vida, las gracias y los encantos, se retiró a un lugar que según decía le recordaba a su familia, sus clientes, sus operarias.

Casi siempre, en misteriosas ocasiones han velado las noticias que tenemos sobre la vida de doña Concha.

Su nombre como una rosa desvanecida o como un perfume evaporado, se ha perdido tristemente por esta noble Villa luminosos de la dulce Orotava.

 

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU

PROFESOR MERCANTIL

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