jueves, 28 de diciembre de 2017

CON MI PRIMO QUIQUE



Estábamos en segundo curso del bachillerato (1963 – 1964), en el Colegio de San Isidro de la Villa de La Orotava. En las vacaciones de navidad, solíamos ir al campo de deporte no reglamentario del colegio para pasar el tiempo jugando a la pelota.
La panorámica está tomada en el centro de dicho campo de deporte detrás vemos los aseos que usaban los alumnos en los recreos, e incluso se utilizaban para cambiarse el vestuario normal por el deportivo. En los laterales habían unos grifos donde vivíamos el agua, estuviéramos en el recreo o jugando al fútbol en el recinto.
Mi primo Enrique Abréu Rodríguez (Quique), a pesar que me lleva dos años, era alto desde muy temprana edad, un servido era más bajito, en la foto se puede observar.
MI primo hace cincuenta años que no ha vuelto a la Orotava, vive en Madrid jubilado de Cepsa, se fue tras el fallecimiento prematuro (47 años) de su padre muy joven Enrique Abréu González (mi tío), su madre (tía Esperanza Rodríguez Fernández) se lo llevó a la capital del reino conjuntamente con su hermana María Esperanza Abréu Rodríguez (Peyaya) mi prima. Lamentablemente Quique le cogió  Inquietud a los aviones y barcos, pero Peyaya, si ha vuelto y lo seguirá haciendo mientras se pueda.
Mi primo Enrique Abréu Rodríguez (Quique) desde Madrid remitió entonces (09/09/2014) estas notas: “…-Los servicios del campo de futbol de nuestro Colegio eran tan pequeños que solo se utilizaban únicamente para miccionar y defecar.
-Los grifos eran tres, y estaban en un lateral de la planta baja en el centro del patio del colegio, bordeándolos por el ala derecha con la: 'Clase Chica'. Allí bajábamos a beber agua o a limpiarnos las manos cuando: nos caíamos al suelo en el campo de futbol de tierra, ya que cuando jugábamos al futbol y al caernos se nos incrustaban en las palmas de las manos una piedrecitas muy diminutas de arena y sangrando bajábamos a quitarnos estas piedras y también el pellejo quemado sobrante de la caída en las palmas de nuestras manos. Al cabo de un corto rato de caernos agua en nuestras manos la sangre se coagulaba y dejaba de seguir saliendo, entonces subíamos y seguíamos jugando al futbol hasta terminar el tiempo reglamentado, para el pase de la primera clase de por la tarde. Nos alineábamos de menor a mayor, al contrario del nuestro servicio militar, que era de mayor a menor; y como te digo entrabamos cada curso a su clase…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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