lunes, 25 de diciembre de 2017

LOS SALESIANOS AÚN EN BLANCO Y NEGRO



El amigo desde la infancia de la Villa de La Orotava; FRANCISCO MARTÍN PÉREZ (FRANCIS), remitió entonces (03/02/2015) estas notas que tituló; “LOS SALESIANOS AÚN EN BLANCO Y NEGRO”: “…Salutación: Buenas noches a todos: Dos acontecimientos muy puntales, se agolpan este año 2015, en la Congregación Salesiana: por un lado, el Bicentenario del nacimiento de su fundador, Don Bosco; y por otro, los 200 años del Decreto de la Proclamación de la festividad de María Auxiliadora. Éste fue promovido por el Papa Pío VII, el benedictino Chiaramonti, tras regresar a Roma después de su cautividad napoleónica. Y a estos Bicentenarios, se les suman en esta Comunidad de la Villa: los 50 años de la creación de la Asociación de Antiguos Alumnos; los 50 de la salida de nuestra Promoción y los 25 de la que salía en junio de 1990, siendo director, el salmantino Don Félix Martín Calderero.
Hace medio siglo, dejábamos las aulas de este colegio, para iniciar otra nueva etapa de estudios. Aquel junio 1965, se nos presentaba con abrumadores horizontes.
Todos deseábamos, después de un largo bachillerato, conocer y enfrentamos a unos  nuevos retos. Lo inmediato era el Preu. (El colegio lo había tenido en 1963). Había que elegir un centro. No había institutos en el entorno. Lo más cercano La Laguna. Y en medio, un largo verano "El verano del 65", meses entretenidos entre los baños en  Martiánez y los esperados guateques dominicales, después del cine de las 4. También  expectantes con la llegada de los Beatles a Madrid para actuar, a comienzos de aquel  julio en la Plaza de Las Ventas. Venían ya condecorados con su flamante Orden del Imperio británico, concedida unas semanas antes. Nosotros no sabíamos que, dos años atrás, en abril de 1963, Paul, George y Ringo habían estado en el Puerto de La Cruz, cuando cursábamos 4° de bachillerato.
Se podría decir que en aquel curso 1964 – 1965 fuimos un tanto privilegiados. Éramos los mayores: la Duodécima Promoción. Ocupábamos la estrecha clase, ubicada al pie del torreón noreste. Teníamos dos ventanas: una que daba al campo de fútbol y otra a las huertas, gallineros y a una pequeña piara; también a lo que quedaba de un mobiliario meteorológico. Justo debajo de la clase, estaba el comedor de los curas. En aquellos 9 meses escolares, fuimos notando como, poco a poco, se iban rompiendo ciertos moldes que habían atenazado, costumbres, maneras y formas. También la disciplina que había venido configurando, la especial idiosincrasia de este centro, abierto 17 años atrás, en el otoño de 1948, con apenas 111 alumnos.
En aquel último curso, apareció para dirigir el colegio, un gaditano de 38 años, con estudios superiores de Pedagogía, realizados, en el Pontificio Ateneo Salesiano de Turín. Venía dispuesto, a "remover" los cimientos de una institución docente que se había ido consolidando en este valle. Don Miguel Aragón vino desde Ronda acompañado de otros 4 salesianos: los sacerdotes Don Ángel Martín que ya había estado en el colegio una década antes y Don Adolfo Benítez, que fue nuestro asistente. También llegaron los clérigos Don Antonio Montero y Don Alberto Nuez, que posteriormente sería, catequista en los cursos 1971- 1973 y luego el undécimo director del colegio, a partir del 1992. Estos cinco, junto con los otros siete ya en la casa, formaron una amplia comunidad de 12 salesianos.
Se quería transformar, no sólo el espíritu docente, sino crear un cierto revulsivo, dentro del recinto. Esto lo terminarían percibiendo mucho más, las futuras promociones, entre ellas los que cumplen ahora los 25 años y que nos acompañan en esta cena. Al tratarse de un centro, privado y religioso, era obvio que las disposiciones conciliares, harían pronto mella en la institución. El Concilio se había abierto, cuando nosotros iniciábamos 4° de bachillerato, en octubre del 1962 y se clausuraba en diciembre del 65. Ese acontecimiento tan puntual para la Iglesia, sirvió también para renovar "la epidermis" de este colegio. En un artículo de prensa que escribí al cumplirse los 50 años de la llegada de los Salesianos a esta Villa, desgranaba, los cambios externos que se percibían en todas las esferas y en la propia congregación, que quería estar como se suele decir, "a la altura de las circunstancias". Como éramos los mayores, controlábamos bien esos cambios; pero al contrario, nos alejaban de otros aconteceres que sucedían fuera de nuestro cotidiano ambiente escolar. De alguno de ellos, apenas se escuchaba o se decía nada.
Empezamos aquel último curso 1964 - 1965, con los ecos triunfalistas de los XXV Años de Paz que costarían la expulsión del abad de Montserrat, Don Aurelio María Escarré, por sus declaraciones a la prensa francesa. En ella denunciaba problemas.
Como la falta de libertad o el comportamiento, no cristiano, del Régimen. Su frase "No tenemos tras nosotros XXV Años de Paz, sino sólo XXV Años de Victoria", provocarían el autoexilio. Pero de esto, un tupido velo.
¿Quién nos habló de la renuncia de Paul Sartre, el padre del Existencialismo, al Nobel de Literatura, en aquel octubre de1964?
¿Quién nos habló de la Ley de Asociaciones, presentada a las Cortes, en diciembre del mismo año?
¿Quién nos recordó la figura de Sir Wiston ChurchilI, fallecido a los 90 años, en enero del 1965... Aquel personaje histórico, había estado 6 años atrás, febrero de 1959, paseándose con su inseparable puro, gabardina y sombrero, por el Lido de San Telmo. Por el contrario, en ese mismo mes, nos llevaron a recibir al Nuncio Antoniuti que había venido a consagrar la Basílica de La Candelaria.
¿Quién nos habló de la desaparición de Stan Laurel "el flaco más conocido del celuloide", en febrero de aquel año? Posiblemente aún lo creeríamos vivo junto a su inseparable Oliver Hardey, fallecido dos años antes. Ambos formaron la gran pareja del Séptimo Arte. Ellos seguían provocando continuas carcajadas en la pantalla del propio cine del colegio, inaugurado hacía ya 5 años, en enero del 1960, por iniciativa del director, el sevillano Don José Rodríguez.
¿Quién nos relató la escalada bélica norteamericana, en el Extremo Oriente? Supimos más de la Guerra del Vietnam, por las canciones de protesta de los cantautores que por la prensa u otros medios.
Tampoco nos enterábamos ni supimos valorar, las huelgas mineras en Asturias las algaradas universitarias en diferentes campus peninsulares. Así mismo fuimos incapaces de calibrar la expulsión de sus cátedras en Madrid, de profesores de la talla de Aranguren, García Calvo, Montero Díaz, o Tierno Galván. En aquellos momentos era alcalde de Madrid, Don Carlos Arias Navarro. Él había visitado este colegio, en noviembre del 1953, siendo Gobernador Civil de la Provincia, acompañando al Ministro de Educación, Joaquín Ruiz Jiménez. ¡Todo un ministro de aquellos años en el colegio! Ruiz Jiménez había sido antes Embajador, ante el Vaticano, cuando fue canonizado Don Bosco.
¿Quién nos contó la proeza del poner paseo espacial, del soviético Alexei Leonov, aquella primavera de1965?
Ignorábamos que en aquellos años, el amplio mundo de la plástica, conoció un fuerte desarrollo divulgativo. Desde los años 63, el mundo del arte se abrió a movimientos como Pop- Art o el Hiperrealismo de Andy Warhol. A este lo terminaríamos conociendo un poco más adelante, gracias a sus posters y a su particular icono de Marilyn Monroe o a sus latas de sopa Campbell. También estaba Tom Wesselmann o Claus Oldenburg con sus "hamburguesas gigantes". En nuestro país destacaba el llamado Equipo Crónica, creadores de un metalenguaje, elocuente y revolucionario, cargado de cultura, pero también de rabia y excitación popular.
• Por lo contrario, siguió comentándose el decisivo gol de cabeza de Marcelino, en aquel histórico domingo 21 de junio, final de la Copa de Europa, en la que España, vencía a la URSS por 2-1. La prensa, se encargaría de calificar aquel trofeo, como "La Copa de la Paz". También supimos de la aparición en las pantallas de la película "Franco, ese hombre", dirigida por Sáenz de Heredia con guión de Sánchez Silva, autor de "Marcelino pan y vino'/Así mismo, de las llamadas "Justas por la Paz" en el teatro de La Zarzuela, o la inauguración de las obras del Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid probablemente, en los murales, el padre catequista, Don Diego Yergo, se encargaría de anunciamos, por aquellas fechas, los nombramientos de dos españoles: el Padre Arrupe como Propósito General de los Jesuitas, destacando su dilatada labor como misionero de Japón y su presencia en los terribles bombardeos atómicos, sobre Hiroshima en el verano del 1945; y por otro, al Obispo de Málaga, Don Ángel Berrera Oria, como nuevo Cardenal creado por Pablo VI.
Con aquellos 16 años cumplidos, o a punto de cumplir, si que nos dábamos cuenta, de los cambios de aquella epidermis renovada, a la que me refería anteriormente. Pero también éramos capaces de apreciar y recordar lo que habíamos dejado atrás a lo largo de todo un bachillerato. Atrás quedaban por ejemplo las siguientes pinceladas: Aquellos diminutos carnets de asistencia, de cartulina de diferentes colores, que recogidos por la mañana en cada clase, se sellaban en la Consejería con una pequeña estrellita en la casilla del día. Al final de mes, se habían despintado, arrugado, manchados o renovados por su pérdida.
Las temidas lecturas de notas, normalmente dadas por el director, en medio del silencio de una clase, aterrada por el número de posibles suspensos que llevaríamos a casa en el boletín mensual.
Atrás quedaron los uniformes azul marino, con chaqueta, pantalón corto y corbata negra, para asistir a las misas dominicales, o para las ocasiones solemnes en que eran requeridos: entrega de Premios, Procesión del Burríto o de María Auxiliadora. También para las fotos oficiales del curso, bien en las escalinatas de la portería del colegio, o en las del Ayuntamiento o en la cercana Plaza de Franchi Alfaro, cuando la foto era colectiva con todos los cursos juntos.
Quién no recuerda o sintió en su cabeza la inseparable campanilla del Señor Consejero, llámese Don Antonio Granados, Don Rafael Andrés o Don Manuel Prol.
Atrás quedaba, el olor en la portería, del mejunje que Isaac, el portero realizaba para hacer las hostias y cuyas obleas (los llamados recortes) eran bastantes codiciados.
Atrás quedaron, los Cuadros de Honor, para determinados y privilegiados alumnos. Solían colgarse en medio de las dos salas de visitas, ubicadas, en la entrada, a mano izquierda. En su interior, permanecieron bastante tiempo, las fotografías enmarcadas, del primer interno del colegio Jesús Baixas, y el primer Salesiano Don Juan Acosta. El internado llevaba funcionando desde hacía una década. Se había iniciado en octubre del 1954.
Atrás quedaban los barberos que puntualmente, aparecían por el centro, a rasurar "trasquilar" a los internos y a tonsurar la cabeza de los curas: Relucientes coronillas de todo tipo e índole, dependiendo de la masa craneal de cada uno. La entrada a las clases, provocaban ciertas sonrisas cómplices en el resto del alumnado. Las filas para comprar tras la comida en la pequeña librería, ubicada en la galería central, bajo el polícromo mosaico de María Auxiliadora, presidiendo el patio central. Nosotros llegamos a conocer la vieja escalera de madera para acceder a este lugar, generalmente marco para las grandes celebraciones lúdicas o religiosas, o para las "Buenas tardes".
Y las celebradas visitas del Señor Inspector, Don José Doblado del Pino, porque sabíamos de antemano que tras el saludo de rigor de bienvenida, terminaban con una tarde de vacaciones. Los aplausos en aquel caso sonaban a rabiar.
El Día del Director, con las visitas por curso a su despacho y el reparto tradicional de caramelos. Todo ello previa alocución de un compañero, en el que se le ofrecía, como regalo, oraciones, rosarios, jaculatorias, comuniones... y otras prácticas piadosas realizadas durante un tiempo.
Las Veladas- palabra hoy casi en desuso- en honor de San Juan Bosco o de la Inmaculada, con su programa de mano, en las que destacaron, algunos determinados alumnos como el fallecido Pedro Hernández o Alberto Hernández “Carrasco”. En esos actos, se permitía la entrada al público y a las alumnas de La Milagrosa, dispuestas a captar alguna mirada furtiva.
Las Solemnes Entregas de Diplomas y Bandas de Honor, cada mes de mayo en el patio central, presidido por el oscuro, ostentoso y fúnebre sillón de la alcaldía, que ocupaba, generalmente, el Gobernador Civil de turno, el Obispo Franco Cascón, u otra autoridad académica provincial. En estos actos siempre estuvo presente Don José Monteverde y Lugo. Él fue el tercer Presidente del Patronato, durante 35 años. Nosotros desconocíamos la función de este octogenario y elegante señor. Lo que sí sabíamos es que "siempre salía en las fotos". Hoy, no lo dudaríamos, sería el primero en apuntarse a un selfi. Don José era cuñado del célebre fotógrafo inglés, Don Jorge Graham Toler, casado con doña María Monteverde, inquilinos de la casa en la Calle Colegio, trasera de la Iglesia de La Concepción. Don José fallecería al iniciarse el curso 1966 - 1967, a los 89 años, siendo director Don Miguel Aragón. También el Ayuntamiento prestaba para estos actos, los tres tapices- reposteros que colgaban de las barandas, junto a los escudos de las provincias españolas. En todos estos actos nunca faltaba el himno del colegio, cuya letra, había escrito Don Ángel Martín años atrás y ahora nuestro profesor de Literatura en aquel 6° de bachillerato.
Atrás quedaban los concursos de tarjetas postales de Don Esteban Corral, colocadas en un panel, frente a la clase que se dedicaba, normalmente, a la tómbola de María Auxiliadora. Particularmente, debo confesar que me enganché a aquel coleccionismo que mantuve durante más de una década. Con Don Esteban coincidiría años después, en aquellos micros rojos que nos llevaban a la Universidad de La Laguna, mientras él continuaba hacia Santa Cruz. Él sería el primer salesiano que moriría en este colegio hace ya casi 34 años.
Y aquella biblioteca, donde apenas se entraba. Solo la pisamos, cuando estuvimos en 5° y 6°. Los de Letras que éramos 4, esperábamos allí, la llegaba de Don Luis González de Osuna, que bajaba de La Milagrosa, donde había impartido previamente las misma clases de Latín y Griego.
¡Y al fin llegó la guagua! Eso ocurrió a finales de noviembre del 1963. Concretamente el día 22. Al día siguiente, Don José Mondéjar, decidió que los dos cursos mayores saliesen de excursión al Charcón de los Ponte en Garachico. Pero he aquí que al anochecer, se difundió la noticia del asesinato de Kennedy en Dallas. Como era católico, pensamos que la excursión se aplazaría; pero al final se realizó. El director que nos acompañó, nos pidió que al pasar por los pueblos no cantásemos. Y así se hizo. De aquella primera salida en la nueva guagua del colegio hay algunas fotografías por ahí. Antes de regresar, Don José nos repartió el nuevo calendario del año 1964 para llevarlo a casa, recordando que al día siguiente era 24.
A este glosario le faltan otros recuerdos que tienen que ver con esa impronta, propia de todo colegio religioso, en aquella España de los 60. Quién no recuerda... Aquellos Ejercicios Espirituales, durante los días de carnavales, con sus pavorosas Meditaciones que nos hacían temblar de miedo y sus Instrucciones. Aquellos eternos recreos "en absoluto silencio" interrumpidos por el sonido de las chapas o las carreras de coches por el muro norte del campo de fútbol. Aquellos Viacrucis de los Viernes de Cuaresma y los Ejercicios de La Buena Muerte creo, que en los primeros viernes de mes.
Aquellas complejas y cansinas misas solemnes, con sus diácono s y subdiáconos, sus floridos panegíricos y las aportaciones corales, en masa de todo el colegio y la de determinados solistas... Todo ello, en medio de nubes de incienso que provocaban estornudos y picores en la nariz. Y las Exposiciones del Santísimo, con sus ternos dorados que Fraga, disponían, previamente en la sacristía, según la solemnidad requerida.
Y aquel ancestral ritual de la imposición de dos hermosas velas, en forma de cruz de aspa, sobre nuestras gargantas, al llegar, cada 3 de febrero festividad de San BIas.
Y aquellos diminutos libros de oraciones que leíamos durante las misas en latín, completadas, con el rezo del rosario, interrumpido durante la elevación y la comunión.
Libros que eran, ordenadamente repartidos y recogidos, por filas y depositados en unas cajas alargadas de madera que se guardaban en el cuarto del catequista.
Y el cordón azul y rosado que, puntualmente, cada 24, había que llevar colgado para recordar la peculiaridad de ese día. Y aquella competitividad de ver quien hacía el altar más barroco y recargado, dentro de los pupitres, durante la Novena de María Auxiliadora: algodones, tules, tinteros, flores... Todo ello tenía cabida debajo de las tapas de aquellos pupitres- escritorios que luego se cambiarían por mesas.
Y las salidas, a la hora de los estudios, para confesarse... ¡Cuántas estrategias se hacían para prolongar el tiempo y evitar así, el regreso a las clases! Alguno terminaba en el torreón de las campanas.
En fin, cada uno podía aportar otros muchos recuerdos de aquellos años, en aquel primer lustro de los 60.
Los que salimos en junio de 1965 no llegamos a conocer, el nuevo pabellón de tres plantas que pronto iniciaría Don Miguel Aragón para inaugurarlo en junio del 67. Tampoco el nuevo campo de fútbol en septiembre del 69, ni el nuevo polideportivo, en junio del 71, y por supuestísimo "la joya de la piscina", en enero del 73, coincidiendo con las Bodas de Plata de la llegada de la Congregación a esta Villa. Don Antonio Granados, nuestro consejero, fue "el alma" de todas estas iniciativas deportivas que hicieron que el colegio fuese un referente lúdico- deportivo a nivel insular. 6 años después, en febrero del 79, Don Marcelino como director se encargaría de cubrir.
Y para terminar mí más entrañable saludo a tantísimos compañeros de aquellos años y a sus familias y un especial recuerdo a los ya fallecidos. También a los profesores que nos impartieron clases como Don Alfonso Trujillo, Don Francisco Dávila, Don Luis González de Ossuna, Don Brandon, Don Antonio Melián, Don Domingo Pérez Bethencourt, Don Francisco Suárez, Don Félix Calzadilla, Don José Taoro ... y a muchos salesianos, algunos fallecidos, otros secularizados y otros todavía, obviamente octogenarios o nonagenarios. Para ellos y para la actual reducida comunidad quería tener unas especiales palabras de gratitud, y por fortuna las encontré en la persona adecuada: el nuevo Rector Don Ángel Fernández que ha escrito "no hay, ni puede haber, tiempos muertos, en la vida de un educador salesiano". De corazón que siga siendo así. Gracias y buenas noches a todos.  Lunes 19 de Enero de 2015…”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

No hay comentarios:

Publicar un comentario