sábado, 16 de diciembre de 2017

TACORONTE, CUNA DEL TURRÓN ARTESANAL



El amigo de la ciudad de Tacoronte; NICOLÁS PÉREZ GARCÍA. Remitió entonces (09/12/2017) estas notas que tituló “TACORONTE, CUNA DEL TURRÓN ARTESANAL”: “…EL paso del tiempo nos concede la oportunidad de ver las cosas de diferente manera cuando analizamos un acontecer que ya forma parte de la historia, aunque de paso lamentemos que sólo queden algunos vestigios de un pasado que nos gustaría conocer con toda amplitud. No cabe otra cosa que confor­mamos con escasas secuencias de una época que está fuera de nuestra órbita tem­poral, de lo que sin duda fue raíz, origen y verdad esencial de un oficio costumbrista y peculiar, de un medio de vida cotidiano para algunos de nuestros antecesores. Más ade­lante, casi en lo contemporáneo, los hechos hablan de continuidad.
Ocurre con el turrón artesanal, un producto muy nuestro y de tanto arraigo en las fies­tas populares de nuestra geografía insular, precisamente en este pueblo de Tacoronte, cuyo origen puede remontarse a la época de la Ilustración, tiempos del monarca Carlos III a finales del siglo XVIII, pero en este caso la referencia alude a conjeturas e hipótesis por carencia de 5ase documental...
Sin embargo, sí aparece en las actas municipales la presencia del turrón tacorontero en la fiesta del Cristo de los Dolores del año 1824, cuando en la sesión corporativa  de septiembre el Ayuntamiento publica un bando sobre los derechos que deben satis­facer los puestos públicos, tales como ven­torrillos de caña y de sábanas, cajas de turrón l' coderas, y otros. Es la primera prueba inequívoca de que ya el turrón se fabricaba en Tacoronte antes de aquella fecha. Y es también en el siglo XIX cuando la fami­lia Rosa-Acosta se alza con el protagonismo del turrón transmitiendo su saber a varias generaciones de descendientes que por tra­badas líneas genealógicas han llegado a nues­tros días.
Algunos opinan que en la isla de Tenerife el turrón artesanal es originario de Tacoronte, lo que puede ser cierto y no criterio gratuito o de alabanza para el pueblo, aunque dicha tesis no puede ser sustentada por falta de dato fehaciente. Pero sí es evidente que hoy día, en el ámbito insular, Tacoronte es cuna del turrón artesanal, donde todavía permanecen las reminiscencias de su génesis en varias familias que dan testimonio de su tradición y presencia.
En todo el siglo XX el turrón se consolida como un producto genuino salido de manos artesanas, que lleva el nombre de la ciudad de Tacoronte por todos los pueblos de la Isla, y no solo eso, sino la exquisita calidad que varias familias turroneras imprimen a estas regalías de miel de abeja, azúcar y almen­dra, principales ingredientes redondeados con un toque de canela, limón, matalauva (anís), etc., a más del secreto del punto en su ela­boración.
Cuando traemos a colación las fiestas del Cristo de 1824, en las que aparece nombrado el turrón por primera vez, de ese tiempo son contemporáneos Antonio Rosa Rodríguez y su esposa Juana Rodríguez Reyes, y Adrián Pedro Acosta de la Paz y su esposa Simona Brito Cáceres, los cuatro abuelos de Emilio Rosa Acosta y bisabuelos de doña María Celia Hernández Rosa, viuda de su primo Sil­vestre Rosa Viera, ambos herederos de aque­lla saga de artesanos. En el tránsito del tiempo emerge la figura de don Emilio Rosa Acosta, verdadero artífice del impulso que tuvo el turrón en Tacoronte en la primera mitad del siglo, XX a través de su espíritu emprende­dor. El fue el importante valedor, y también sus hermanos en menor medida. Pero fue­ron sus sobrinos Silvestre, Armando y Gualberto (Guadalberto Julián) Rosa Viera, los que en edad temprana y durante años aprendieron a su lado la esencia de sus ense­ñanzas para ponerlas en práctica en el futuro, y con mucho éxito.
La repostería turronera y festiva de Emi­lio Rosa y de sus padres-y abuelos ha per­vivido hasta hoy gracias a la entrega y con­tinuidad de sus sobrinos, especialmente Silvestre y María Celia, unidos en matri­monio, obteniendo una vitola de calidad inmejorable y una repercusión popular extendida por todas las fiestas de la Isla. En los eventos populares la presencia del turrón "Santa Rosa"-es obligada y esperada, y por demás afamada por el exquisito manjar que encierran las envolturas de la marca. Turrón de azúcar en formato típico y redondo, de almendra, yema y chocolate; piña de almen­dra, coco o maní; almendras garrapiñadas, etc. Toda una teoría elaborada con gusto exquisito y excelente presentación.
En la historia del turrón de Tacoronte existe un referente indiscutible, don Emilio Rosa Acosta, todo un personaje en diversas acti­vidades, especialmente en el fomento y pro­moción del turrón artesano de Tacoronte. Fue un defensor nato de la calidad y marca de un manjar que salía de su industria, un pro­ducto que con el tiempo sería una seña de identidad de esta tierra de vinos, una más de las tantas que posee la exuberante huerta de este pueblo norteño. .
Emilio Rosa nació en 1881 y en sus años de juventud conoció el impulso del pueblo a comienzos del siglo XX, donde el Hotel Camacho y el tranvía fueron elementos que propiciaron un desarrollo pujante, sola­mente coartado por los años precarios de la primera guerra mundial (1914-1919). Las siete expediciones diarias de aquel carruaje eléctrico abrieron caminos nuevos para los lugareños, al tiempo que muchos foráneos frecuentaban la ciudad. Era Tacoronte una de las mejores estaciones de veraneo de Tene­rife.
A la edad de 36 años, Emilio Rosa figu­raba propietario de una finca, casa y huerta de casi una fanegada de extensión en la calle del Durazno (El Marañón), la cual vendió diez años más tarde a los ascendientes de la familia Morales Clavijo. Es de suponer que con el producto de la venta compraría otra propiedad, en un lugar más céntrico (La Esta­ción), donde continuó su actividad turronera y desarrolló otras facetas comerciales.
En la década de 1920 los medios de comu­nicación de la época recogían con frecuen­cia la imaginativa publicidad de Emilio Rosa en torno al turrón marca Santa Catalina, til­dándose él mismo como "Emperador" y “FORD” de los turrones de Tacoronte en su establecimiento, al que puso de nombre Puerta del Sol. Allí montó un restaurante y pronto después el pequeño Hotel Rosa que inauguró el 21-5-1931, incluyendo un pequeño mercado y salón de fiesta para meriendas y verbenas bailables. Muchos de sus anuncios iban orientados hacia la colonia veraniega que venía a Tacoronte. Se diría que le estaba haciendo la com­petencia al Hotel Camacho, muy próximo a su local.
En la década de 1930 consta que regentaba el Cine Metropolitano, el único que existía entonces junto a la parcela propiedad del Ayunta­miento destinada a plaza pública. Respecto a dicho solar hizo lo inde­cible por adquirido para construir un edificio y ampliar su negocio, sin obtener resultado dado el fin comunal del mismo. De todas for­mas llegó a tener un complejo' negocio de lo más variado: turrón, hotel, dulcería, café, restaurante, cine, viviendas en arriendo...
A principio de los años cua­renta Emilio Rosa es uno de los mayores contribuyentes del municipio por el concepto de urbana. Su padre, Francisco Rosa Rodríguez, había sido concejal de la corporación nombrada por el gobernador civil cuando se instauró el Directorio Militar Nacional por Primo de Rivera, en 1923, junto al alcalde Antonio Dorta  Martín. Emilio Rosa también entró de concejal en 1949 por el tercio de entidades, siendo alcalde Tomás Sánchez Pérez, y también fue edil con el alcalde Graciano Álvarez Dorta desde 1956 a 1958, cesando en la renovación trienal.
Emilio Rosa falleció el 13-6­-1959. Había casado con Adelina Ramallo Martín, de la que no tuvo descendencia. Fue un ejemplo a imitar por sus allegados y parientes, los que, en conjunto aunque independientes, formaron un impor­tante emporio turronero en una zona específica de Tacoronte: El Cantillo, Waque, callejón de Pedro  Felipe, calle Adelanto. Pocos años después de su muerte, en su local se instaló la sucursal del Banco de Bilbao, primera entidad financiera en el pueblo.
Una nota característica, común en todas las turroneras de Tacoronte, es el esmero con que elaboran sus productos. Y se habla de turrone­ras, en femenino, porque suelen ser ellas mayormente las claras dominantes en esta maestría artesanal de nuestros días. Uno de los secretos de la calidad es la utilización de  almendra del país, mucho miel sabrosa que la que viene de fuera. Es de suponer que ciertos secretos no se desvelan.
También hay que mencionar a otras familias de Tacoronte que se han dedicado en el próximo  pasado a esta actividad artesanal, además, de las que hoy siguen con arraigo, entre ellas la de Maribel López  Díaz, que re­genta. Su propia fábrica, conservando la herencia de sus padres, Lázaro López Guanche y Carmen Díaz López, y posiblemente desde sus abuelos. Maribel y sus hijas-sigue predominando lo femenino- han superado etapas anteriores y ocu­pan un puesto relevante en la arte­sanía y comercialización del turrón tacorontero hecho a leña, incluso se han preocupado de desarrollar por colegios e institutos de la Isla un interesante programa de difusión del turrón, con el bien de que la tradición siga calando y que se apre­cie un producto del país que cuenta  con las mejores bendiciones de calidad Y acabado. Pero tenemos que hablar de otras mujeres que con asiduidad se las ve en todas las fiestas detrás de un peculiar mostrador cuajado de exquisiteces, y que llevan en su his­toria personal todo lo bueno que aportan la miel y la almendra. De esas mujeres, las hermanas  Olivia y Ofelia Frías Pérez, cada una por su cuenta, que el conocieron el turrón desde sus padres, más concreto a partir de sU tía madre, Carmen Pérez Pérez. Y también recordamos a Rosario Ramos López, que por los años cuarenta del siglo XX elabora turrón por su cuenta, actividad que mantuvo pocos     artesanos que existen en tomo a este pro­ducto en la isla de Tenerife. Antes se hablaba de la caja de turrón, sIempre de color esmeralda, a la lumbre del viejo candil, farol o carburo, pero en el tiempo la semblanza ha cambiado. Cuando estamos en una fiesta, el puesto de turrón es la característica más llamativa por la forma en. Que se adorna y por el atractivo de su variedad.
Lo cierto es que los turrones se incorporaron desde hace siglos a nuestras fiestas, y ahí sigue toda­vía una tradición que merece ser potenciada y reconocida como un elemento distintivo de nuestra idio­sincrasia. Se puede hablar de mar­cas más acreditadas que otras, ya sea por su historia, antigüedad o calidad, pero con firmeza y generalidad debemos hablar del turrón de Tacoronte, feudo donde se locali­zan los pocos artesanos que existen en torno a este producto en la isla de Tenerife.
Es el regalo que se lleva a casa o se degusta en la plaza. Vino y turrón, productos estrella de esta tierra tacorontera hermoseada de viñedos en su campiña exuberante y bella. Pero lo artesanal y lo tra­dicional llegan a tener un coste elevado debido a la competencia de otros artículos más económi­cos sin que importe tanto la cali­dad. Por otra parte, la evidencia histórica demuestra que las turro­neras de Tacoronte lo han sido y son por sucesión familiar, sin que surjan nuevas tendencias. Es la cadena hereditaria la que lleva el peso de una tradición que hoy día requiere fomento y prestigio, no tan fácil de mantener en estos tiempos pero no imposible si se ponen los medios precisos. Una tradición casi exclusiva de este pueblo norteño no debe peligrar, y si podemos presumir de escue­las de música, danza, folclore, teatro, etc., ¿por qué no de otra escuela o taller que promueva la elaboración del turrón?
Hace unos años, desde 2005, el Ayuntamiento de Tacoronte, a propuesta de la concejal de Cultura, Ángeles Fuentes Dorta, inició los pri­meros contactos con el Cabildo Insular de Tenerife para declarar el turrón Bien de Interés Cultural en su categoría, con el fin de pro­teger un producto tan caracte­rístico de la repostería canaria, lo que sería el reconocimiento público a una actividad tradi­cional que al depender de unas cuantas familias de Tacoronte pudiera entrar en peligro de extin­ción, y al mismo tiempo un estí­mulo para que estas familias sigan adelante con una actividad peculiar de tanto arraigo en nues­tros eventos. El Ayuntamiento de Tacoronte tramitó la solicitud pertinente y hace pocas fechas el Cabildo acordó incoar la decla­ración de BIC y procedente noti­ficación al Gobierno de Canarias para su resolución definitiva,.. (BOC núm. 223, 6-11-2008).
Peregrinar de fiesta en fiesta, de pueblo en pueblo, sigue siendo todo. Un .reto para estas pocas familias de Tacoronte que sacan de su duro oficio el sacrificio más dulce. Ya se sabe, el futuro siem­pre es incierto y todo depende de cómo se cuide el presente...”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

1 comentario:

  1. Muy, muy interesante la recopilación de todos esos datos y muchísimas felicidades para las personas que lo han conservado y que aún conservan esa tradición.

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