sábado, 13 de enero de 2018

DON EVARISTO RODRÍGUEZ FERREIRO, EN EL RECUERDO DE TODOS, UN CABALLERO SALESIANO Y EJEMPLAR (I)



Nació en Rairiz de Veiga, provincia de Orense, el día 19 de marzo de 1934. Se fue a la  casa eterna de su querida y adorada madre “María Auxiliadora” en la capital Hispalense (Sevilla) el Domingo de Pasión, 22 de Marzo del 2015 a los 81 años edad.
De pequeño se traslada a Andalucía donde comienza sus estudios sacerdotales en los Seminarios Salesianos de Antequera (Málaga), Montilla (Córdoba), San José del Valle (Cádiz), donde profesa como salesia­no, y Utrera (Sevilla).
En el año 1952 es destinado como clérigo salesiano (entonces constituía una etapa de la formación salesiana previa a la ordenación sacerdotal), a la Villa de La Orotava, donde ejerce la docencia hasta el año 1956, teniendo como director a don Pacífico Medina Sevillano.
A su marcha de La Orotava se traslada a Posadas (Córdoba), en donde se halla el Seminario Mayor Salesiano en el que termina sus estudios sacerdotales.
EI 24 de junio de 1960 recibe la ordenación sacerdotal en la ciudad de Córdoba, y canta su primera misa en La Orotava el 16 de julio del mismo año.
Desarrolla su actividad sacerdotal en Córdoba (4 años), en Ante­quera (3 años), y en Montilla (3 años como director).
Obtiene el título de Magisterio en la Facultad de Málaga y amplia los estudios sacerdotales en Italia y en Madrid donde, obtiene lo. Licen­ciatura en Teología.
Pasa luego un año en Priego de Córdoba y por fin, en el año 1974, es destinado de nuevo a La Orotava, donde permanece ininterrumpida­mente durante 23 años. Durante esta larga etapa fueron directores del colegio don Domingo González Diz, don Marcelino Carreto Carretero, don Francisco Villalobos Galiano, don Félix Martín Caldedero y don Alberto Nuez Domínguez, los cuales le encomiendan el ejercicio de los cargos de vicario y director pedagógico de la E.G.B. y del B.U.P.
En el verano de 1997 don Felipe Acosta, inspector provincial de la inspectoría salesiana Santo Domingo Savio con sede en Córdoba, le nombra ecónomo provincial de esta inspectoría salesíana, con jurisdicción en Andalucía Oriental y Canarias. Se da la circunstancia que don Felipe Acosta, natural de La Orotava, había sido alumno de nuestro bio­grafiado, cuando aquel era alumno del Colegio de San Isidro, En este cargo permanece 5 años, y bajo su responsabilidad se coloca la economía- de la congregación en su jurisdicción.
En junio de 2002 es trasladado al colegio salesiano de La Cuesta en Santa Cruz de Tenerife, donde estuvo 8 meses, un año y medio en Ronda de director, un año en Córdoba, 8 meses en noviciado Granada, 1 año en Pozoblanco y de vuelta a la Orotava en el año 2008 donde reside en la actualidad.
Nuestro biografiado es un salesiano entregado vocacionalmente a los niños y jóvenes. No obstante, pese a su dedicación a estos colectivos, y dada su continua relación con los mayores, puede decirse con rotun­didad que ha dado su apoyo y experiencia a una gran variedad de ami­gos, conocidos o simplemente cristianos que han buscado en él apoyo y consejo.
Toda su vida ha estado dedicada a la labor pastoral en colegios salesianos, sobre todo en el de La Orotava, por el largo tiempo que en ella vivió y con especial dedicación su preocupación por la pastoral de adultos, con ayuda en las parroquias (El Sauzal, Realejo Alto y Córdoba), a grupos de matrimonios, etc.
Dada su larga estancia en la Villa, constituye el salesiano que ha permanecido entre nosotros el mayor número de años, ya que entre su primera estancia y la segunda suma 27 años, lo que sin duda ha contribuido a haberse granjeado una ingente cantidad de amigos y entre ellos un gran número de antiguos alumnos salesianos.
Pero de esta formación, de esta forma de ser que ellos recibieron en sus años jóvenes, hay dos valores destacados que agradecen sobre mane­ra muchas generaciones de villeros,  independientemente de la religiosi­dad heredada de sus mayores, aquí orientada según la espiritualidad salesiana: la responsabilidad y el espíritu de trabajo sobre el que tanto insistía don Bosco, quien al borde mismo de la muerte, con palabras apenas perceptibles, pero enérgicas, dejaba a sus hijos como testamento el gran lema: lavara, lavara, lavara (trabajo, trabajo, trabajo).
Esto lo hemos oído con singular agrado a algunos antiguos alum­nos el pasado 13 de marzo del año 1998 en la acogida que se hizo a los dos compañe­ros que formaron parte, en 1948, de la primera comunidad salesiana: don Manuel Feijoó y don Víctor Rodríguez. Era hermoso oír a personas maduras expresar su agradecimiento porque en sus años más jóvenes aprendieron en el Colegio San Isidro algo tan grande para andar por la vida como la responsabilidad en el cumplimiento de sus deberes, y el amor al trabajo, no como una carga penosa, de la que se rehúye, cosa normal en nuestra cultura mediterránea, sino como fuente de realiza­ción placentera y como el gran mandamiento impuesto al hombre.
Para comprender cómo fue esa escuela de aprendizaje, echemos, por ejemplo, una mirada al horario escolar de aquellos primeros años. A las 8,30 comenzaban las actividades colegiales con la misa. Trabajo personal y en grupo hasta 12,30. Entrada, por la tarde, a las 14.30; un espa­cio de dos horas y media de trabajo, otra media hora de canto y a las 17,30 oraciones y Buenas Tardes. Todavía los alumnos mayores tenían una hora más de trabajo personal antes de la salida. Total, siete horas en el Colegio los pequeños y nueve los mayores. Notas mensuales y exáme­nes cada trimestre. Durante bastantes años hay exámenes ante los tri­bunales de los centros oficiales. Y en verano, todos acuden al centro; unos para recuperar asignaturas pendientes; los otros, para el repaso de las asignaturas básicas. Y el personal salesiano joven estudia para convalidar esos estudios en los institutos y para lograr más tarde su licen­ciatura.
Dice el señor Alcalde que los niños de entonces vieron crecer el colegio no sólo intelectualmente, sino físi­camente, y es verdad. Sobre un inmueble, que no era-ni es propiedad de los salesianos, ellos han ido dejando con todo desinterés el fruto de su trabajo mediante la instalación de un nuevo pabellón, habilitando aulas en toda la parte baja del edificio, capilla, espléndido campo de deportes, piscina, polideportivo cubierto, etc. Lo mismo vale decir de la renova­ción del mobiliario, hasta cobijar, en lugar del centenar y medio de alumnos de los comienzos, más de un millar hace unos años y cerca del millar actualmente, sin olvidar el servicio prestado durante una porción de años a los muchachos de otros puntos de ésta y de otras islas, en cali­dad de internos.
La impresión que tenían aquellos primeros salesianos es que la nueva fundación iba a ser duradera. Se lo tomaron en serio. El colegio debía cumplir con todos los requisitos de un centro modelo. De acuer­do con nuestra tradición de facilitar la alegría y expansión juvenil, vemos ya en el primer año sorribando la roca de uno de los costados del colegio para acondicionar un campo de fútbol, ya que el patio central, demasiado pequeño, no reunía las condiciones que los deportes de masa requerían en aquel momento. También entonces se acometió la obra de habilitar uno de los locales bajos como capilla. Y más tarde llegó el momento de la necesidad de un nuevo pabellón.
Continúa el desarrollo que podríamos llamar vertiginoso con ese espléndido campo de deportes y la piscina cubierta, cosa impensable en aquel tiempo, por la falta de medios y por el volumen de la obra. Cuando ya estaban realizados estos ambiciosos proyectos, hay que hacer una pausa para ver el modo de hacer frente a tanto gasto, pues ya no eran suficientes los fondos aportados por la comunidad y la inspectoría salesiana. Es entonces cuando el patronato del colegio, que veía con simpa­tía el crecimiento del centro, pero que no contaba con bienes fundacio­nales, decide paliar la situación con la venta de los solares anejos.
Todavía en fecha reciente se pone en marcha el pabellón cubierto, algo por lo que se venía suspirando para todo tipo de concentraciones masivas, algo también impensable en estos momentos en los que la subvención a los centros concertados apenas cubre el 75% de su manteni­miento. Sólo se ha podido llegar a estas realizaciones con el aliento y la colaboración de los padres, de los antiguos alumnos y de la familia salesiana comenzando por la propia comunidad y terminando por la inspec­toría salesiana.
Uno de los logros más admirables es la solidez con que se fue dando cada uno de los pasos del desarrollo colegial, propio de personas que tienen una alta experiencia educativa, como es el caso de don Claudio Sánchez, primer director salesiano del colegio. Tanto él como don Pacífico Medina, su sucesor en el cargo, habían sido en sus años de estudiantes premios extraordinarios de carrera, el uno en Ciencias Químicas y el otro en Ciencias Naturales.
En la fundación, todo fue llegando a su tiempo: la inauguración, con el traslado del Santísimo bajo palio- acom­pañado de numeroso público, el recuerdo de don Nicandro González y Borges, bienhechor y fundador del Patronato San Isidro, la llegada de las imágenes en cada una de las conmemoraciones: don Bosco, Domingo Savio, María Auxiliadora.
Se daba gran solemnidad a los hechos importantes de la vida esco­lar: comienzo de curso, reparto de premios, etc. en que nos acompaña­ban personajes importantes de la vida social, política o religiosa de Tenerife: gobernador civil Ballesteros Gaibrois, el Rector Magnífico, Obispo Pérez Cáceres, catedráticos ilustres como don Juan Álvarez Delgado, don Jesús Hernández Perera.
También desde el primer momento se forman grupos seglares que colaboran en tareas afines a nuestra obra: Asociación de María Auxiliadora, Cooperadores Salesianos, Antiguos Alumnos, Hogares don Bosco, etc.
Alegra y admira ver a estos antiguos alumnos de primera hora que han seguido unidos al centro desde sus años jóvenes, colaborando con cada una de las comunidades que se han sucedido en mantener encen­dida la llama que orientó sus vidas.
Ojeando la historia del centro, recientemente escrita por don Guillermo Navarro, vemos, en efecto, a los niños de entonces que han seguido participando en las juntas directivas hasta el día de hoy. Pocas comunidades educativas, al llegar estas efemérides, han tenido la suerte de contar con un equipo tan entusiasta y fiel al centro en que se educaron. El busto dedicado a don Bosco a la entrada de la Villa, tan bien cui­dado, parece que es la sonrisa del gran educador agradeciendo a los ville­ros la acogida tan espléndida que en todo tiempo se ha dado a sus hijos.
Dice un escritor que la familia es el único lugar donde cada uno se quiere más allá de lo que merece. Ésta es otra de las grandes virtudes de este pueblo. La Orotava no es indiferente al bien que en ella se hace.
Algunos educadores que han desempeñando su labor en distintas poblaciones, constatan que hay diferencia notable entre el tratamiento dispensado en uno u otro lugar, mientras se está en el trabajo activo y después de la ausencia. A veces, después de una porción de años, acaso le pueda a uno parecer que conoce a poca gente, que es estrecho el grupo con los que se siente en familia; pero es gratificante, al contrario, cuando, al cabo de algún tiempo, nos encontramos en la calle o en una de estas conmemoraciones a padres o antiguos alumnos quienes vuel­ven la vista atrás con cariño, como si el educador hubiese sido parte importante en la vida de los otros. Pienso que no es La Orotava un lugar donde se rehúye la mirada o el encuentro, sino lo contrario: donde se da un paso adelante para la acogida y la vuelta a la amistad.
No está mal que afirmemos que el Colegio Salesiano San Isidro ha estado socialmente en el lugar que le correspondía. Nadie que haya vivi­do en la Villa a lo largo de estos años puede tacharlo de clasista, cosa hasta cierto punto lógica cuando el presupuesto dependía sólo de los padres. Por eso fuimos de los primeros en adherimos a los conciertos.
No había otra forma de estar con todos. Pero aún en esos casos se hizo un esfuerzo para conceder ayudas y llegar de alguna forma a las clases más populares.
El hecho de que los fines de semana hubiera algún salesiano para atender a los niños de los sectores menos favorecidos, en el llamado Oratorio Festivo, no era discriminación, sino un esfuerzo para negar a ellos, Hace unos meses, en el encuentro que se tuvo con los dos compañeros que formaron parte de la primera comunidad, anteriormente cita­dos, don Felipe Acosta Rodríguez, hijo de la Villa, alumno de la primera hornada, contaba emo­cionado que se incorporó unos días tarde al centro por falta de recursos económicos y a la espera de que se le otorgase alguna ayuda, ya que no podían sus padres sufragar los gastos de dos hermanos en el colegio. Actualmente, miembros de la comunidad y antiguos alumnos jóvenes atienden al elemento infantil y adolescente de las barriadas; ahí tenéis el Oratorio de San Antonio y el de San Lorenzo en Barroso.
Y en épocas anteriores sabéis que un miembro de esta comunidad, don Víctor Rodríguez, luchó denodadamente por la promoción de la zona alta, además del servicio que durante algunos años se prestó a La Perdoma y otras barriadas del Valle.
También las instalaciones del centro han estado abiertas a todo tipo de actividades populares, algunas de las cuales han tenido bastante trascendencia popular; como es, en lo religioso, la fiesta y procesión de María Auxiliadora; y en lo deportivo, el Cross que cada año entra a for­mar parte de estos festejos, así como los cursos y campeonatos de nata­ción, la proyección del baloncesto en el ámbito insular, regional y nacional, la promoción futbolística que durante tantos años ha tenido en las canchas del colegio el lugar casi único de su entrenamiento y de su práctica.
Es una gran satisfacción oír .a personas adultas que el colegio fue algo significativo en sus vidas, y mucho más, como dice don Isaac Valencia, que ha creado en las personas unos hábi­tos, una forma de proceder particular, una manera de ir por la vida labo­riosa y responsablemente.
Me quiero referir ahora de forma muy limitada a cuatro escritos que han llegado a mis manos últimamente.
Don Isidoro Sánchez GARCÍA, ingeniero de montes y eurodiputado, escribía el pasado 24 de marzo de 1998 en el periódico El Día, una página ente­ra, con una generosa ilustración del colegio, bajo el título 50 años de la presencia salesiana en La Orotava (1948-1998).
Recuerda al personal de aquellos años en que nose toleraba el cigarro ni el ocio pasivo, como una década plena de actividades educa­tivas, religiosas, sociales, deportivas, culturales.
Me siento orgulloso, añade, y presumo de haber estudiado diez años de mi vida juvenil con los Salesianos y haber adquirido unos cono­cimientos que me han permitido ser como soy, con mis virtudes y defec­tos, pero con un respeto tremendo a los demás.
Don Juan Cúllen Salazar, abogado y presidente actual del Patronato de la Fundación San Isidro, escribe en otro amplio artículo en EI Día (16 de mayo de 1998). Y dice entre otras cosas:
Hoy el Colegio San Isidro es un centro de puertas abiertas. Confor­ta el espíritu recorrer sus instalaciones, acabado el horario escolar, contemplar la actividad frenética que en ellas se realiza. La piscina cu­bierta, las canchas polideportivas, el pabellón cubierto, son el soporte de una actividad deportiva intensa. Son los jóvenes que en ellas sue­ñan, den, hablan, dejando a un lado la fácil tentación de la huida hacia mundos etéreos y subyugantes....
Don Bruno Álvarez Abreu, profesor mercantil, escribe así en El Día del 1 de mayo de 1998:
Don Claudio afirmaba que la esperanza de los villeros en los sale­sianos estaba dirigida al trabajo, y con la ayuda de Dios jamás defrau­daron esa esperanza... Desde el primer año consiguieron éxitos muy sensibles en los exámenes públicos, en el colegio reinaba un gran espí­ritu de trabajo y de piedad. Los muchachos invadían los pasillos antes de la hora señalada y demostraban su amistad y afecto. El éxito del colegio desde el primer momento se debía, después de la Providencia, que nunca les faltó, a la colaboración de tantos amigos que les ayuda­ron con el mayor desinterés...
Escribe igualmente don Isidro Fuentes, doctor en Medicina y anti­guo alumno Salesiano:
Y los responsables municipales, junto a los regentes del Patronato San Isidro fueron a topar (el azar, la providencia o la suerte) con la Congregación Salesiana, estos discípulos de don Bosco, siempre fieles a su espíritu de moderación, tolerancia, diálogo, trabajo y humildad... Respetuosos con el entorno, con nuestra forma de ser, con nuestras costumbres, que las han hecho suyas, se han granjeado el respeto y el cariño de las personas que tuvieron con ellos algún tipo de relación. Aquí se les han abierto las puertas de los hogares, de las instituciones y de casi todos los corazones, y ya no hacen falta proyectos en común, pues son consustanciales con nuestras formas y maneras de entender la vida; como villeros e isleños y juntos hacemos una parte tan diver­gentes".
Y no me resisto a transcribir unas líneas más por lo que significan y por los que nos recuerdan a todos los salesianos:
El 2 de octubre de 1948 el colegio abrió sus puertas, (diría mejor, «su Puerta Principal»), a las 9en punto de la mañana, y ya, desde entonces, han permanecido abiertas todos los días de estos 60 años, y es deseo general que queden así, abiertas, en el devenir de los tiempos, como invitación permanente a que entre quien por allí pase...
No hace falta que les diga, amigos todos, que también soy de los que siempre van a estar de retorno a la incomparable Villa. Aquí comencé mis actividades educativas en el año 1952. Durante cuatro años, para volver, terminados los estudios de teología, a celebrar mi pri­mera misa en 1960, y más tarde, en 1974, para continuar ininterrum­pidamente, durante 23 años más, hasta el 1997.
Cuando llegó la imagen de María Auxiliadora, don Claudio Sán­chez dio a conocer la-noticia a los alumnos, con estas sencillas palabras:
Ya tenemos Madre. Ciertamente que ella nos habla precedido, pues una conocida familia tenía, mucho antes de nuestra llegada, una imagen de María en su casa. Quiero decir/es que también aquí puede atribuirse todo el bien hecho a su presencia entre nosotros.
de aquellos primeros salesianos, recordaba hace 25 años (Bodas de plata) la llegada de la imagen de María Auxiliadora a la Villa con este soneto, premio nacional de sonetos marianos en concurso organizado el pasado año en Alicante, y cuyo autor es uno de los salesianos presentes en la fundación salesiana del Colegio, don Víctor Rodríguez, y que reza así: “…COMO NUBE: Yo recuerdo la nube cadenciosa,  / rimada del azul y la palmera, / llegar aquí y estar como si fuera / sobre flor nueva, nueva mariposa. / La vida era lo mismo, ni otra cosa / lo presagiaba. No era primavera / cuando aquí se asentó como en la era  / se deja el segador cuando reposa. / Cinco lustras el tiempo con su paso / Patinándolo todo, y ella atenta / Guiándonos sin mengua y sin ocaso. / Yo la recuerdo. Vino como ahora / Sin sal y sin distancias, avisora  / Siempre fiel contra el sol y la tormenta…”
Una de las características que don Bosco quería en todas sus obras es el espíritu de familia, que supone servicio, confianza, sencillez, dispo­nibilidad. Nosotros llamamos a todo este conjunto de personas que tra­bajan unidos, tanto desde dentro como desde fuera, familia salesiana. Pocas poblaciones donde se encuentra implantada nuestra obra cuentan con una familia tan extensa, tan unida y activa como aquí en La Orotava. Se advierte en la colaboración en los distintos actos religiosos, sociales y culturales, y particularmente, en la ayuda al tercer mundo. Al llegar a la Villa me he encontrado con la grata sorpresa de que los diseñadores de la alfombra de la Plaza del Ayuntamiento la han dedicado al Espíritu Santo, prueba evidente de su espiritualidad y su sintonía con la iglesia, que ha consagrado el año 1998 al Misterio Trinitaria en su Tercera Persona como preparación al tercer milenio de la Era Cristiana.
Que el Espíritu siga iluminando a esta comunidad villera para que en todos los ámbitos de su competencia reine una gran familia que difunda este espíritu que es amor, solidaridad, cercanía, laboriosidad.
En la postrimería de los años cincuenta, don Evaristo se encontraba destinado aun como clérigo salesiano en Andalucía, el director del colegio de la Orotava don Pacifico Medina Sevillano, y el catequista don José Rodríguez, organizaron una gira por la península  Ibérica, con los alumnos mayores, pidieron la colaboración de don Evaristo para que le ayudase en los traslado por las principales ciudades y pueblos andaluces.
El día 24 de junio del año 1960, celebra su primera misa como sacerdote en la Orotava, le apadrinó la dama orotavense Doña María Flores que vivía en su mansión de la calle El Agua (Tomás Zerolo), le obsequió una imagen del Cristo conocido por el Corazón de Jesús o Cristo Rey, que se conserva en la capilla del colegio de San Isidro de la Orotava.
Veinte y cinco años después en la misma Orotava,  era el año 1985 siendo director del Colegio Don Francisco Villalobo, celebra en el mismo lugar sus Bodas de Plata Sacerdotales.
Y lo curioso que en este año 2010, celebra también en La Orotava sus bodas de Oro Sacerdotales, y con el mismo director Don Francisco Villalobo.
Son muchos los años que ha prestado don Evaristo al colegio de San Isidro de La Orotava, en tres etapas diferentes, no coincidió con la mía (un servidor) como alumno. Creo que este buen hombre, salesiano de todo corazón, gallego de nacimiento ha dado todo por los que han sido sus discípulos en la Villa y en Montilla provincia de Córdoba donde estuvo de director un tiempo. Por lo que esta vez recibirá un gran homenaje de todos los orotavenses.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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