viernes, 23 de febrero de 2018

DON JOSÉ DEL CAMPO Y LLARENA



Del libro de Domingo de Laguna “Personajes en la vida de Canarias”.

La Justicia española, a lo largo del último siglo, ha encontrado, en hombres de Canarias, a algunos de sus más valiosos valedores y colabo­radores en su dictado y en su cumplimiento, sobresaliendo, en la segun­da mitad, una serie de personalidades jurídicas que ratifican la excep­cional capacidad, rectitud, honradez y espíritu de justicia que les ha lle­vado a ser figuras de excepcional relieve en el campo del Derecho na­cional e internacional.
En el caso que ahora nos ocupa, nos referimos a una de las perso­nalidades canarias con una historia ejemplar en su ejecutoria, el Exc­mo. Sr. don José del Campo y Llarena, magistrado del Tribunal Supre­mo y jefe de la Inspección Central del Alto Tribunal de la Nación.
Nació el día 29 de marzo de 1908. Sus padres fueron don José Ma­ría del Campo Tabernillas (general de Infantería) y la distinguida seño­ra, doña Antonia Llarena y Bravo de Laguna. Contrajo matrimonio con la noble dama de la villa de La Orotava (Tenerife), doña Luisa Cú­llen y Lugo; y fruto de dicho matrimonio, un sólo hijo: don José María del Campo y Cúllen, magistrado de Trabajo y miembro de la Carrera Fiscal.
Don José del Campo y Llarena realizó sus estudios de bachillerato en el Colegio de San Ignacio de Loyola, de los Rvdos. PP. Jesuitas, en Las Palmas, pasando luego a cursar íntegramente la carrera de Derecho en la Universidad de San Fernando (La Laguna- Tenerife-Canarias), en la cual obtuvo brillantemente la Licenciatura.
En el año 1934 ingresó en la carrera judicial, pasando a ocupar su Primer destino en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Icod de los Vinos (Tenerife). De forma notable fue ascendiendo a las diferen­tes categorías de juez, pasando a desempeñar, sucesivamente, los juzga­dos de San Cristóbal de La Laguna (Tenerife); Santa Cruz de La Palma (Canarias); y el de la capital de la provincia, Santa Cruz de Tenerife (Canarias). Este último por dos veces en su brillante carrera.
Promovido a magistrado, en el año 1949, pasó luego a desempeñar el Juzgado de 1 a Instancia e Instrucción n° 2 de Las Palmas (Canarias) y, posteriormente, en el mismo año, el Juzgado de igual clase en nuestra capital provincial, Santa Cruz de Tenerife.
Siendo Juez de Primera Instancia de la Ciudad Universitaria de San Cris­tóbal de La Laguna (Tenerife), fue designado por la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo de la Nación, secretario de la visita de Inspec­ción que realizara el presidente de la Sala Primera de dicho Alto Tribu­nal a los entonces Territorios de Protección y Soberanía de Africa del Norte y provincias del Golfo de Guinea.
Ha sido también inspector de Justicia Municipal en las provincias de Santa Cruz de Tenerife y de Las Palmas de Gran Canaria y asimis­mo ha desempeñado, en diversas ocasiones, juzgados especiales.
Promovido a magistrado de ascenso fue nombrado magistrado de la Sala de lo Criminal de la Audiencia Territorial de Las Palmas (Cana­rias), en el año 1.953, ejerciendo este cargo hasta 1955, en que pasó a desempeñar la Presidencia de la Audiencia Territorial de Lérida y en 1956 la de Santa Cruz de Tenerife, en la que permaneció hasta 1961. En este último año y ya con la categoría del magistrado de término, fue designado presidente de la Audiencia Territorial de Las Palmas (Canarias), cargo que desempeñó hasta 1968 en que fue promovido a magistrado del Tribunal Supremo, con destino en la Sala Primera y, posteriormente, jefe de la Inspección Central de Tribunales, en dicho alto tribunal de la Nación.
En junio de 1973 fue designado para el alto cargo de la nación de subsecretario, del ministerio de Justicia, en el que cesó en el mes de marzo de 1975, para reintegrarse a su destino de inspector-jefe de Ins­pección Central de Tribunales del Tribunal Supremo.
Su labor de entrega a la Justicia ha sido premiada con la Gran Cruz Distinguida, Cruz de Honor y Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort, así como la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, está entre sus más preciadas condecoraciones. Su caballerosidad y entrega, humanidad y honradez, le han hecho acreedor a otras valiosas distin­ciones en los altos cargos y ciudades en que los ha ocupado.
La figura del magistrado del alto tribunal, don José María del Campo y Llarena, fue entrañable y querida, no sólo en el cam­po jurídico, sino derivada del trato humano que le ha distinguido siem­pre en los altos cargos que ha desempeñado en las dos provincias cana­rias, logrando el respeto y la admiración de todos los isleños.

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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