jueves, 22 de febrero de 2018

LA POBREZA COMO RESIGNACIÓN



El amigo de la Cuesta -  Puerto de la Cruz, actualmente residente en el Bajo Ampurdán - Cataluña; ZOILO LÓPEZ BONILLA, remitió entonces (19/02/2017), a través de su blog ZOILOLOBO – RETRODEZCAN, estas notas y fotografía, que tituló; LA POBREZA COMO RESIGNACIÓN”: “...Durante el tiempo que medió desde la época de mi nacimiento, allá por el año 1946, hasta bien entrados los años sesenta, los parámetros de pobreza establecidos, -extraoficialmente y por desgracia-, nos atañían de manera muy directa entonces. Entre la población afectada, -que era la inmensa mayoría-, se aceptaban tres niveles distintos de pobreza: los pobres propiamente dichos, los necesitados y los muy necesitados, cuyas fronteras, en cualquier caso, no resultaban lo del todo precisas, por cuanto,  nosotros mismos nos preguntábamos en función de qué y comparados con quienes se  designaban, de manera  tan  arbitraria,  las distintas categorías mentadas. 

En mi opinión,  -y como resultado de la experiencia vivida de niño-, me atrevo a afirmar que todos los nacidos después de la sangrienta guerra civil, fuimos educados en admitir la pobreza, incluso la extrema pobreza, como una gran dicha gracias a la cual terminaríamos encontrando el camino hacia  la completa felicidad que veníamos siempre persiguiendo  y, en consecuencia, alcanzar por fin la vida eterna que, por cierto, a casi nadie le interesaba. 
Nuestra educación judeo-cristiana-, auspiciada por  aquel  poder eclesiástico existente que imperaba sobre todo en las escuelas de los barrios marginales,-  condicionó de manera ostensible nuestras  todavía endebles voluntades al aceptar sin remedio, -a través de las llamadas nueve BUENAVENTURANZAS-,  la pobreza como un regalo divino pese a todo. 
Sólo haré referencia a la primera: “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos”. 
Ya en el evangelio de San Mateo (Mt 19,24) nos encontramos con la siguiente conjetura: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos” 
Resultaba muy claro. La interpretación inmediata que nosotros los niños hacíamos de ambas lecturas, a pesar de los ímprobos esfuerzos del cura en transformarlas, era que si en futuro lejano conseguíamos ser ricos, incluso sin pretenderlo, jamás disfrutaríamos de la Gloria; en una palabra, caeríamos irremisiblemente en el mismísimo Infierno. 
No sólo el eclesiástico sino además  el lenguaje popular y cotidiano, también jugaba ventajosamente en favor de nosotros los pobres y en contra de los ricos. La educación familiar, que no escolar, resultaba fundamental para nosotros, sobre todo, al  aceptar, a pies juntillas, el hecho indiscutible de la pobreza como un auténtico privilegio y cuyo paradigma más cercano resulta ejemplar en la siguiente sentencia paterna: “Sí, pobres pero honrados”. Obsérvese que no dice, -“sí, pobres y honrados”. 
Esa conjunción adversativa (pero) en la primera sentencia, determina, por su carácter tan enfático, que sólo los pobres poseen la supuesta potestad de ser honrados mientras que los ricos, en virtud del mismo énfasis de la misma conjunción, quedan completamente descartados de tal honor. 
En definitiva: de nuevo hoy, por desgracia, volvemos a aceptar la pobreza como resignación, o  lo que es peor y dicho de otra forma. COMO RENUNCIA DE UN BENEFICIO ECLESIÁSTICO. 
Publicado por Blogger para ZOILOLOBO. retrodezcan …”

BRUNO JUAN ÁLVAREZ ABRÉU
PROFESOR MERCANTIL

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